¿CLAUDICA XI?
Los desórdenes en HongKong, los que precedieron durante varias semanas la monumental manifestación de poderío que se expresó ayer en la celebración de los 70 años de la República Popular, no consiguieron desteñir su colorida pompa ni apagar su brillo.
En eso son expertos los chinos: en transmitir un mensaje claro al planeta y a sus vecinos de Asia -como complemento- sobre la capacidad beligerante con la que cuentan en lo militar. Pero mientras en la capital se producía este derroche de grandeza que presenciamos ayer, en la mente del gran líder de estos tiempos, Xi Jinping, el desfile de ideas debe haber sido turbulento.
El hombre que maneja con mano férrea a una potencia de 1400 millones de ciudadanos no puede quitarle el ojo a la bola. Su fiereza y su imagen mantienen aglutinada a la alta jerarquía del Partido Comunista y a los líderes regionales en torno a su modelo. Como decía un editorial del diario francés Le Monde hace unas semanas, “hasta la llegada de Xi, China parecía encaminarse hacia una democratización progresiva. Pero de Xi a esta parte el sistema político ha adquirido una rigidez inquietante”. Ella ha sido un imperativo para poder mantener en cintura a una masa humana colosalmente grande y repleta de carencias. Y ha conseguido lograrlo.
No son solo las ciudades las que evolucionan bien en este tercer milenio. En el campo se están emulando proyectos agrícolas exitosos de otras potencias como Alemania y ello le está ganado el respeto y la solidaridad de