ESTUDIAR
Estamos tan ocupados observando el desarrollo del sainete que es Colombia, que hay cientos de hechos importantes que pasan de agache. Esta semana publicó El Espectador una noticia sobre la “deserción” estudiantil que produce desazón y debería generar profundas reflexiones, pues de la transformación y adecuación del sector educativo a las necesidades de la sociedad depende en muchos sentidos el futuro del país.
“En los dos últimos años se perdieron 17.000 cupos en las universidades privadas. Es como si hubiera desaparecido una universidad del tamaño de Eafit”, dice la noticia, y continúa “los datos de 2017 del Sistema Nacional de Información de Educación Superior (SNIES) muestran que en los dos semestres de ese año se matricularon 912.468 estudiantes primíparos en todas las modalidades de educación superior: técnica, tecnóloga, tecnológica, profesional; en pregrado o en posgrado; en instituciones públicas o privadas. Un año antes, en 2016, se habían matriculado 952.988 jóvenes. Una reducción de 40.520 estudiantes en solo un año. Cuarenta mil estudiantes es el equivalente de la población de la Universidad de Antioquia”.
En tan solo dos años, en las universidades privadas, el número de estudiantes matriculados descendió en 17.000 y la tendencia de matriculados que era creciente desde 2005 ya no lo es más, agrega el informe que “solo el 22 % de las personas en Colombia entre 25 y 64 años tiene un título universitario”.
Aunque las hipótesis sugieren que las causas del no ingreso pueden ser el cambio demográfico, la transformación cultural y la crisis económica, al parecer son el tema financiero y la financiación los más relevantes. Más que ser solo demográficamente distintos y como afirma el Dane estar envejeciendo como sociedad, la que cambia parece ser la percepción que tienen los jóvenes sobre la importancia de un título universitario y la relación de este con los ingresos y el ascenso social, pues para áreas como la tecnología o ciertos sectores culturales no se precisa de un cartón y este no necesariamente garantiza el ingreso al ámbito laboral, el pragmatismo, la realidad y la búsqueda de la felicidad son causas que habría que agregar como factores relevantes, muchos jóvenes prefieren hoy microcertificaciones en cursos cortos y hacer formación en plataformas virtuales con horarios flexibles, que matricularse en modelos de formación tradicional. Finalmente, el factor económico pesa muchísimo en la inserción universitaria, como bien dice Alejandro
Gaviria rector de Los Andes: “los ingresos de las familias han disminuido, pero los costos de la universidad siguen creciendo”. Más del 65 % de los 2.050.616 estudiante que se inscribieron para alguna modalidad de educación superior, dijeron que su dificultad final para estudiar es económica, de esos dos millones se admitieron 1.016.920 y de esos solo se matricularon 813.217.
Hace dos semanas los estudiantes recorrieron enfurecidos las calles de Bogotá y hace apenas un año cuando Duque llegó a la presidencia se manifestaron con vehemencia, valdría preguntarse si el Ministerio de educación, el Icetex, los organismos pertinentes y las universidades están escuchando, auscultando e implementando las necesidades de los jóvenes o están simplemente tratando de seguir excavando en los bolsillos ya agotados de muchos colombianos que aún ven en el título universitario la posibilidad de asomarse al mañana