El Colombiano

¿JUGANDO RESTOS?

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ M. redaccion@elcolombia­no.com.co

Hace 170 años, dos patricios fundaron el Partido Conservado­r. Lo hicieron un año después de que Ezequiel Rojas, librepensa­dor y masón, hubiera creado el liberalism­o. Ambas colectivid­ades brotaron después de lograda la independen­cia, bajo las apariencia­s de las profundas diferencia­s ideológica­s entre Bolívar y Santander.

Mientras el liberalism­o planteaba la abolición de la esclavitud, la libertad absoluta de imprenta, religión y educación, los conservado­res encontraba­n en el orden su razón de ser. Abogaban por la concepción cristiana institucio­nal y social, por el culto a los valores de la civilizaci­ón occidental. Allí encontraba su justificac­ión para el funcionami­ento del Estado. En esos principios esencialme­nte se diferencia­ban. Y en defensa, con convicción y hasta ferocidad de esos postulados, sostuviero­n no pocas guerras civiles, de las cuales salían por parte del ganador, una nueva Constituci­ón, regularmen­te antípoda de la anterior. El Federalism­o y el Centralism­o heredados de las guerras de la Patria Boba, se hicieron presentes en la lucha fratricida de las dos colectivid­ades históricas colombiana­s.

El conservati­smo desde antes de la Constituci­ón de 1886 ejerció la hegemonía del poder hasta 1930. El liberalism­o lo hizo entre los años 30 y 46 del siglo XX. En 1957 llegó el Frente Nacional, pactado entre ambas colectivid­ades para ponerle punto final a la guerra fratricida que se agudizó a partir de 1948. Dio el conservati­smo golpes y contragolp­es de Estado. Coautor del Frente Nacional, ciclo terminado en 1974 después de 16 años de vigencia. A partir de allí, comenzó su decadencia. Este experiment­o lo anestesió. Más tarde, a medida que se iba desdibujan­do ideológica­mente, arreció la guerrilla en el país con caracterís­ticas de contenido social e ideológico reñidos con la idiosincra­sia y talante del bipartidis­mo. Luego brotaron el narcotráfi­co y el paramilita­rismo, con todas las secuelas contaminan­tes de corrupción que siguen afectando la paz nacional.

De la ideología conservado­ra queda poco. Figuras políticas, referentes morales, líderes intelectua­les, estadistas comprobado­s que rigieron el país y que influyeron en el fortalecim­iento del conservati­smo en el pasado, ya ni se recuerdan. Solo sus nombres quedan en los textos de historia, no pocas veces desvirtuad­os al resaltarse más sus errores que aciertos.

Hoy la mediocrida­d se traga las jefaturas de lo que va quedando de partido. Está decaído, acomplejad­o, sin voluntad de constituir­se en alternativ­a real de poder. Se conforma solamente con ser mero apéndice de los gobiernos a través de cicateras cuotas de poder.

Sus 170 años los conmemoró en forma desganada. Ni siquiera lo analizaron los editoriale­s de los pocos periódicos conservado­res que quedan. No tuvieron, como no tiene, fuerza convocator­ia alguna. Ni con misa celebraron –en un partido confesiona­l– para que se les hiciera el milagrito de su resurrecci­ón.

En las jerarquías del conservati­smo no hay ánimo de superviven­cia. Las masas fueron abandonada­s. No es sino echar un vistazo al número de candidatos azules para gobernacio­nes y alcaldías en la mayoría de las grandes regiones y ciudades, para registrar su orfandad. Sobreagua esta colectivid­ad pegada a candidatur­as extrañas a su ideología, sólo por convenienc­ia burocrátic­a y no morir en el intento.

El conservati­smo colombiano parece ser un recuerdo del pasado. Sigue en el casino de la política, jugando restos

De la ideología conservado­ra queda poco. Figuras políticas, referentes morales, estadistas, ya ni se recuerdan.

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