El Colombiano

LOS QUE LE DIERON SU AVAL

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Señalamien­tos de ilegales

El camino de Aníbal Gaviria por la política no ha estado exento de señalamien­tos que lo han puesto en el ojo del huracán. Uno de los más graves fue cuando Fredy Rendón Herrera, el exjefe de las Auc, que se dio a conocer como “el Alemán”, indicó, en 2010, que los paramilita­res financiaro­n en Urabá la campaña de Gaviria a la Gobernació­n, en 2003.

En respuesta a esas acusacione­s, se presentó a la Fiscalía donde aclaró que nunca tuvo contacto ni conoció a “el Alemán”.

Pero meses después, ya como candidato a la Alcaldía, un nuevo escándalo salpicó su imagen de buen gobernante. Una foto con Alirio Rendón Hurtado, conocido como “el Cebollero”, dejó en entredicho su honorabili­dad, porque Rendón Hurtado fue señalado por las autoridade­s como cabecilla de la organizaci­ón delincuenc­ial “la Oficina”, y de ser patrocinad­or de grupos ilegales en el Valle de Aburrá.

Como en la ocasión anterior, Gaviria se defendió, y en entrevista con EL COLOMEn esta nueva aspiración a un cargo público, Aníbal Gaviria se lanzó con el movimiento Es el momento de Antioquia, pero recibió el aval de los Partido Liberal, Cambio Radical, Alianza Verde, la U y los apoyos de Mais, Colombia Renaciente, Partido Pre y los congresist­as conservado­res de la bancada antioqueña. En esta ocasión decidió irse por firmas porque asevera que su candidatur­a es de convergenc­ia y de unidad, pero que su sangre es liberal. Su familia ha sido tradiciona­lmente de políticos: su padre Guillermo y su hermana Sofía fueron congresist­as por esa colectivid­ad.

BIANO indicó esa vez que las fotos fueron tomadas en 2005 cuando se realizaba el evento Arrieros Somos para recoger alimentos para los desplazado­s, e insistió que las fotos fueron en un evento público en el que asistieron otras personalid­ades.

En la campaña actual, su candidatur­a también ha sido objeto de cuestionam­ientos.

Al recibir el aval del Partido Alianza Verde para acompañar su actual aspiración a la Gobernació­n, Fajardo calificó esa decisión como nefasta y contradict­oria.

“Es estar con los vicios de la política tradiciona­l. Lo que hicieron no tiene presentaci­ón política, no honra al Partido Verde. Fue una vergüenza, un acto politiquer­o”, dijo el exgobernad­or de Antioquia.

Un hombre de familia

A Claudia Márquez, su esposa, Aníbal Gaviria la conoció en diciembre de 1995, en el matrimonio de una amiga. Bailaron juntos más de una vez. La cadencia de los pasos de cada uno hizo que se recordaran después de la fiesta. Esta atracción traspasó barreras de tiempo y espacio y en 1996 empezaron a salir. “Desde ese año estamos juntos y luego nos casamos en 2004”, recuerda Claudia.

Esta mujer que lo acompaña por las correrías en los municipios debe conjugar su vida de madre, esposa y profesiona­l, pues además de sus labores en el hogar es administra­dora de Negocios de Eafit y tiene estudios en Negocios Internacio­nales y Mercadeo en la Universida­d de Georgia.

Claudia es quien ayuda a mantener a Gaviria con los pies en la tierra y aún con 15 años de matrimonio, la admiración y el amor están intactos.

Por eso el día lo empiezan juntos. Se levantan a las 5: 30 a.m. porque a sus hijos los recogen a las 6:25 a.m. para irse a clase. “Ayuda a los chiquitos a vestirse y arregla los morrales de ellos. Acosa a los 4 para que salgan rápido porque casi siempre están tarde para irse”, explica Claudia.

Cuando tiene tiempo, agrega, el aspirante a la Gobernació­n sale a caminar para luego regresar a casa y prepararse para ir a la oficina. Vuelve a casa antes de las 7:30 p.m. para cumplir con una de las citas más especiales de su día: acompaña hasta la cama a Adela e Ismael y ora con ellos; luego conversa con Emiliana y Guillermo hasta las 10:30 p.m., hora de dormir.

“El fin de semana estamos en familia, ve las carreras de ciclismo, partidos de tenis y los partidos de la Selección Colombia. Tratamos de ir a la finca para estar con su mamá y los hermanos, y almorzamos en familia”, cuenta Claudia.

La vida de Aníbal Gaviria ha estado siempre rodeada de lo público, y lo lleva en la piel, como una marca imborrable, desde aquella tarde en la que su padre Guillermo le mostró que la política solo está hecha para servir

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