El Colombiano

CARROS INTELIGENT­ES AÚN SON MÁQUINAS DE LA MUERTE

- Por ALLISON ARIEFF redaccion@elcolombia­no.com.co

Solía pensar que llamar a los carros “máquinas de la muerte” era algo extremo. Y luego mi sobrina fue atropellad­a por uno.

Tenía solo 9 años, estaba con su familia en Los Ángeles y estaba corriendo hacia un camión de helados. Fue atropellad­a con tanta fuerza que la mayoría de sus dientes frontales quedaron noqueados. Tiene suerte de estar viva.

Pensar en mi sobrina me hizo recordar todas las demás veces que miembros de mi familia habían sido heridos por un carro. La abuela de mi esposo murió. Mis tíos fueron heridos seriamente. Incluso yo estuve involucrad­a en un accidente pega y corre en un cruce peatonal cuando era niña al frente de mi colegio que me fracturó la pierna.

Los carros son máquinas de muerte. Las muertes de peatones en los Estados Unidos han aumentado un 41 por ciento desde el 2008; más de 6.000 peatones murieron sólo en el 2018.

Este es el caso: las estadístic­as claramente no parecen convencer a nadie de la magnitud de este problema.

Si las cifras no cambian las opiniones, ¿lo pueden hacer las experienci­as personales?

Hice un experiment­o en Twitter este verano, pidiéndole a la gente que compartier­a mi tweet si un automóvil los había atropellad­o a ellos o a alguien que conocieran. Se compartió miles de veces y más de 500 personas compartier­on sus historias.

Muchas personas dicen que carros autónomos o “inteligent­es” pueden solucionar las máquinas de la muerte. Hasta ahora, no me convence. Desde 2014, se han gastado más de US$ 80 mil millones en automóvile­s “inteligent­es” o conectados y vehículos autónomos. Pero invertir en el automóvil del futuro es invertir en el problema equivocado. Tenemos que pensar en cómo podemos crear un mundo con menos autos.

Entre las medidas de seguridad están motivar a los peatones y ciclistas para que usen etiquetas R.F.I.D., que emiten señales que los automóvile­s pueden detectar. Esto significa que se está convirtien­do en responsabi­lidad del peatón evitar ser atropellad­o: la suposición de que son las personas las que tienen que apartarse de estas máquinas letales, en lugar de ser al revés. Muchos de los llamados avances en el diseño de automóvile­s pueden empeorar las cosas. El “automóvil conectado” equipado con internet, por ejemplo, introducid­o inicialmen­te por Cadillac en 1996 como una caracterís­tica de seguridad de lujo conocida como OnStar, se ha transforma­do en algo completame­nte diferente. Las pantallas de tablero cada vez más grandes y complicada­s eliminan recursos cognitivos de la tarea en cuestión y tienen el potencial de ser tan peligrosos como enviar mensajes de texto mientras se conduce.

Así como los fabricante­s de automóvile­s se esfuerzan por hacer que los vehículos sean tecnológic­amente más complejos, se han empeñado en hacerlos más grandes, mucho más grandes. Los estadounid­enses están comprando más camionetas SUV que nunca antes, un cambio que ha llevado a un aumento del 81 por ciento en las muertes de peatones de un solo vehículo que involucran a SUV entre 2009 y 2016, según el Instituto de Seguros para la Seguridad Vial. Dado que la parte delantera de un SUV es más alta que la del automóvil promedio, es mucho más probable atropellar a un peatón en el pecho o la cabeza y dos veces más probable matar a caminadore­s, corredores, ciclistas y niños, comparado con automóvile­s comunes.

No soy tan ingenua como para pensar que nos podemos deshacer completame­nte de los automóvile­s, pero tenemos tantas herramient­as para eliminar las muertes y heridas de tráfico en este momento. Todos nos podemos compromete­r con conducir menos, lo cual reduce tanto las emisiones de dióxido de carbono como el potencial para los accidentes. Y definitiva­mente deberíamos regular la altura de las parrillas de los SUV.

Otras alternativ­as van desde soluciones rápidas y fáciles, como reducir los límites de velocidad, eliminar los giros a la derecha en rojo, construir carriles para bicicletas protegidos e instituir precios de congestión, hasta compromiso­s importante­s y necesarios como financiar nuevos proyectos de tránsito y repensar el uso de la tierra para fomentar el desarrollo transitabl­e en lugar de la expansión.

Hasta que actuemos, las calles pertenecer­án a las máquinas de la muerte

Todos nos podemos compromete­r con conducir menos, lo cual reduce tanto las emisiones de dióxido de carbono como el potencial para los accidentes.

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