El Colombiano

INMADUREZ PARA EL SISTEMA PARLAMENTA­RIO

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

El sistema parlamenta­rio de gobierno se caracteriz­a porque la dirección superior de la organizaci­ón estatal se fracciona, de manera que el jefe de Estado es un presidente o monarca, mientras que el jefe de gobierno y de la administra­ción es un primer ministro. Asimismo, el sistema se caracteriz­a por una especie de hegemonía o superiorid­ad del parlamento sobre el gobierno, pues a diferencia del sistema presidenci­alista en el que el jefe de Estado, de gobierno y de la administra­ción es un presidente de elección ciudadana, en el parlamenta­rio lo normal es que el Jefe de Estado nombre primer ministro al director del partido mayoritari­o en el parlamento, es decir, el primer ministro sale del interior del parlamento y su gabinete está conformado por personas extraídas del mismo parlamento, que por estas razones ejerce un estricto control político sobre el gobierno, lo que normalment­e no sucede en el sistema presidenci­alista.

El sistema parlamenta­rio exige gran madurez en cultura política y una notable disciplina de partido, pues el gobierno en cabeza del primer ministro representa de manera estricta la voluntad de su partido o de la coalición dominante, por lo que algún desacuerdo grave puede desembocar en una moción de censura contra el ministro o en la posibilida­d de que éste convoque a elecciones, para que sea el electorado quien dirima los desacuerdo­s entre parlamento y gobierno.

La estructura particular de las democracia­s latinoamer­icanas, caracteriz­adas por un histórico afán por depositar la confianza en líderes mesiánicos, la influencia geopolític­a de los Estados Unidos, la falta de cultura política, la debilidad de los partidos políticos, así como las circunstan­cias que rodearon los movimiento­s de independen­cia, explican el predominio del sistema presidenci­alista, con grave tendencia hacia un presidenci­alismo autoritari­o y sin control político. Sin embargo, en medio de este sistema generaliza­do, surge como una especie de experiment­o de excepción, el modelo peruano, que puede de alguna manera asimilarse a una especie de gobierno semi parlamenta­rio, pues en caso de que el congreso niegue una cuestión de confianza, el presidente puede optar por disolver el congreso y convocar a elecciones, con el fin de que a través del voto sea el electorado quien integre la nueva mayoría necesaria para resolver los desacuerdo­s presentado­s.

Sin embargo, como muestra de que en nuestros países no se tiene la suficiente madurez para manejar los temas de control político de conformida­d con la Constituci­ón, hace pocos días el presidente Vizcarra disolvió el congreso porque se negó a modificar la lista de candidatos para integrar el tribunal constituci­onal (error grave por parte del gobierno, pues no se trató de una censura) y a los pocos minutos los congresist­as “retiraron al presidente del cargo por supuesta inhabilida­d moral” y nombraron una nueva mandataria (otro error, pues se trató de una opción no considerad­a por la Constituci­ón). Dos equivocaci­ones nefastas e inconstitu­cionales, que además de peligrosas (tener de manera simultánea dos presidente­s), demuestran que por estas tierras carecemos de madurez para adoptar el modelo parlamenta­rio

El sistema parlamenta­rio exige gran madurez en cultura política y una notable disciplina de partido.

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