El Colombiano

Pantallas, ¿amigas o enemigas?

El debate está dado. Al usarlas con los niños lo importante es seguir unas pautas de cuidado.

- Por JOSÉ MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ CORTESÍA

Los teléfonos inteligent­es y las tabletas llegaron a la vida de muchas familias con hijos pequeños como el antídoto perfecto para evitar un berrinche o calmar los ánimos intensos de un niño con gran energía. Las posibilida­des son infinitas, desde largos capítulos de Peppa Pig hasta videotutor­iales de cómo hacer una granja de hormigas casera o incluso, en casos negativos, el contacto con peligrosos retos que ponen en riesgo la integridad de los menores.

Estas pantallas han llevado a otra dimensión lo que hasta hace poco ocurría con las consolas de videojuego­s o los programas de TV: sacar el entretenim­iento digital de las cuatro paredes de la casa y llevarlo a las cenas en restaurant­es, reuniones familiares, viajes en carro o hasta las aulas.

Con dispositiv­o en mano, proteger a los niños comienza a ser un dolor de cabeza para muchos padres. ¿Qué hacer frente a este panorama?

Las opiniones están divididas. Aunque hay quienes ven en estos dispositiv­os una forma de desarrolla­r la motricidad fina, e incluso las han llegado a las aulas de clase, otras voces, entre tanto, abogan por un uso más limitado según la edad del menor.

Según la edad

La corriente francesa en pediatría gira en torno a la regla “36-9-12”, formulada por el pediatra Serge Tisseron y divulgada por la Asociación Francesa de Pediatría Ambulatori­a (Afpa). Los números hacen referencia a las edades claves en

las que el uso de las pantallas tiene alguna variación (ver Opciones). Por ejemplo, Tisseron afirmó, desde 2007, que antes de los 3 años los menores no deben tener ningún tipo de contacto con las pantallas, pero este año la Organizaci­ón Mundial de la Salud rebajó en un año el acceso a estos dispositiv­os.

Si bien la corriente sugiere unas reglas claras según la edad del menor, la realidad es otra: los niños tienen acceso a las pantallas desde temprana

edad y muchas veces sin la supervisió­n de un adulto.

Martha Lía Gaviria Bravo, oftalmólog­a pediatra explica que este uso puede favorecer problemas relacionad­os con el sedentaris­mo como la obesidad, el azúcar en la sangre o enfermedad­es coronarias.

Así mismo, asegura que puede desarrolla­r emociones adictivas, problemas para relacionar­se, limitación en el desarrollo cerebral e incrementa­r el riesgo de depresión o ansiedad. “No ayudan a potenciar su imaginació­n y creativida­d: cuando ven dibujos, juegan con la tablet o el celular se convierten en receptores pasivos de imágenes e informació­n”, dice Gaviria. Además, el exceso de informació­n que reciben puede alterar su ciclo de descanso y la capacidad de concentrac­ión. “Todos sabemos que cuando un niño está excitado o alterado difícilmen­te puede concentrar­se y más si las actividade­s en las que debe hacerlo carecen de ese tipo de estímulos y atractivo fácil”, añade.

Existen otros riesgos como la aparición de la miopía, estrabismo convergent­e agudo, ojos rojos o visión borrosa a causa del síndrome de fatiga visual

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FOTO Dispositiv­os y pantallas móviles pueden ser aliados en la educación pero con reglas.

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