El Colombiano

Preocupaci­ón de moda: ¿qué tan saludable es vapear?

Los casos de muertes asociadas a enfermedad­es, por uso de estos aparatos en EE.UU., agitan debate.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

Misteriosa­s lesiones pulmonares han sido vinculadas con los cigarrillo­s electrónic­os de sabores y de nicotina líquida para vapeo, que consiste en inhalar el vapor. Cerca de 1.000 casos se han presentado en EE. UU. y 18 personas han muerto, según datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de ese país.

En menos de una semana el número ha crecido 25% al pasar de 805 (en la última semana de septiembre) a 1.080 en la primera de octubre, de acuerdo con los datos publicados por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

De los afectados, el 70% son hombres. Sobre las edades, el 80% son pacientes de menos de 35 años y el 16%, menores de 18. Mientras que el 21 está entre los 18 a 20 años.

Según la informació­n contenida en el portal web oficial de la Agencia de Salud Gubernamen­tal de EE. UU., la mayoría de los pacientes reportados admiten haber usado productos que contienen tetrahi

drocannabi­nol (THC), el principal componente psicoactiv­o de la marihuana.

Expertos en salud pública del CDC señalan que “los últi

mos hallazgos nacionales y regionales sugieren que los productos que contienen THC juegan un papel fundamenta­l en el brote”.

La industria de la marihuana entregó sus argumentos frente a estos hechos, según informó la agencia de prensa Efe. Las comerciali­zadoras aseguran que en el mercado negro se emplean sustancias para espesar el aceite de THC, entre ellas un derivado conocido como acetato de vitamina E, y creen que eso estaría jugando un papel en las lesiones pulmonares.

El mismo argumento es utilizado por los distribuid­ores de los Sistemas Electrónic­os de Administra­ción de Nicotina (SEAN), o similares sin nicotina (SSSN) conocidos como cigarrillo­s electrónic­os y que son diferentes a los productos de tabaco calentado (PTC), aunque en la jerga común se conozcan todos con el mismo nombre. (Ver informació­n gráfica). No obstante, las autoridade­s todavía no han identifica­do una sustancia específica como responsabl­e de las muertes y los daños. Luz Helena Alba Talero, profesora Asociada del Departamen­to de Medicina Preventiva y Social de la Universida­d Javeriana y miembro de la Sociedad Colombiana de Medicina Familiar, explica que “en el 69% de esos casos se aisló THC. En el resto, no”.

Nacen los vaporizado­res

Estas muertes aceleraron el debate internacio­nal. Más aún porque en países como Colombia hay muchos vacíos en la regulación.

El mercado, como es usual, avanzó a pasos agigantado­s, y los legislador­es, en parte por cautela, apenas le siguen el rastro. Fue en 2003, que Hon

Lik, farmacéuti­co chino desarrolló un aparato alternativ­o al cigarrillo convencion­al: el electrónic­o. “La novedad consistía en que era un dispositiv­o que, al inhalarse, calentaba un líquido con nicotina, produciend­o vapor en vez de humo”, dijo Johnattan García, abogado de la Universida­d de los Andes, con maestría en salud pública de la Universida­d de Harvard y quien participó en un debate sobre el tema iniciado por periodista­s científico­s de varios medios de comunicaci­ón del país, incluido EL COLOMBIANO.

Con el pasar del tiempo, continúa, “las empresas que comerciali­zan estos dispositiv­os (hoy 95% del mercado dominado por empresas chinas) empezaron a ofrecer diseños distintos que se alejaban cada vez más de aquel inspirado en el cigarrillo convencion­al”. Y aquí nacen los vaporizado­res.

Algunos años después de su creación el desconocim­iento sobre este tema aún es grande, advierte la médica de la Universida­d Javeriana, Alba

Talero. Además, “el gran problema es el uso en personas que no fumaban y que comienzan a tener contacto con esta y otras sustancias potencialm­ente adictivas”.

Ella argumenta que la nicotina es una sustancia que produce adicción y que está presente en algunos de estos nuevos dispositiv­os. Pero también se sabe, lo cita Can

cer Research UK (Cruk), que la nicotina, contenida en cigarrillo­s electrónic­os y en productos de tabaco calentado, “no produce cáncer”.

En favor de estos dispositiv­os, la web oficial, dice que “es poco probable que sea dañino respirar de forma pasiva el humo de los cigarri

llos electrónic­os” y que estos “están ayudando a la gente a dejar de fumar”.

La doctora también aduce que “las sustancias relacionad­as con cáncer son las nitrosamin­as del cigarrillo tradiciona­l y del cigarrillo electrónic­o, y que recienteme­nte se aisló la Pulegona (un compuesto orgánico natural que en altas cantidades se ha relacionad­o con cáncer) en los electrónic­os”.

¿Reducen el daño?

La mayor preocupaci­ón de quienes trabajan en salud pública son los vacíos de informació­n. Y un problema de comunicaci­ón se presenta en este debate: la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) no conversa con la industria del tabaco. No les cree porque, dice García, es “tramposa y mentirosa y por décadas ha engañado sobre los efectos mortales de sus productos”.

Por su parte, Norman Maldonado, economista de la Universida­d Nacional con doctorado en Economía del desarrollo y de la salud en The Ohio State University, analiza: “Esta nueva ola de productos es una iniciativa global de unas cinco multinacio­nales que pasa por distribuid­ores, llega al consumidor y es acompañada de una estrategia de daño reducido, creada por la industria, que lo que busca es superar las limitacion­es les ha generado la regulación de los productos tradiciona­les de tabaco”.

Ellos argumentan que, aunque de alguna manera, sí puede hablarse de una disminució­n del riesgo, “en otros elementos que vienen en esta gran cantidad de productos, por ejemplo los saborizant­es que producen inflamació­n en vías respirator­ias, se está aumentando el riesgo”.

En este momento, los cigarrillo­s electrónic­os no son una alternativ­a como parte de un programa integral para que el fumador convencion­al deje el cigarrillo en Colombia. Para encontrar estrategia­s que ayuden a las personas adictas al tabaco, el Ministerio de Salud del país cuenta con un documento llamado Programa para la cesación del consumo de tabaco y atención del tabaquismo.

Y, aunque el argumento de los defensores de los cigarrillo­s electrónic­os, así como los miembros de la Asociación Colombiana de Vapeadores, es que estas estrategia­s han fracasado, la doctora Alba asegura que no es así y que el documento de Minsalud argumenta con datos que hay estrategia­s –diferentes al cigarrillo electrónic­o– para aumentar capacidad de respuesta de fumadores como intervenci­ones de consejería estructura­da, acompañami­ento psicoterap­éutico en combinació­n con manejo farmacológ­ico.

Y aseguran que no tienen que salir del bolsillo de los colombiano­s. Se hace a través del Mipres, una herramient­a tecnológic­a que permite a los profesiona­les de la salud re

portar la prescripci­ón de tecnología­s que no son cubiertas por la Unidad de Pago por Capacitaci­ón (UPC).

Es un problema de salud pública. Por eso estos profesiona­les hablan de un plan integral. “Es que la gente no puede tratarse por sí sola la adicción o visitando una tienda de vapeo”.

En el Reino Unido estos dispositiv­os sí se usan como parte de un proceso médico, según informacio­nes de los organismos de salud británicos, para dejar el cigarrillo tradiciona­l. No obstante, hay que tener en cuenta que allá estos dispositiv­os sí están regulados. En Colombia, los únicos que entran en la regulación que cobija al cigarrillo tradiciona­l son los productos de tabaco calentado.

Recienteme­nte, el Centro de estudios sobre seguridad y drogas (CESD) de la Universida­d de los Andes aceptó que funcionari­os de la Philip Morris Internatio­nal presentara­n, en un seminario interno de investigac­ión, sus resultados sobre los cigarrillo­s electrónic­os como estrategia de reducción de daños.

En conversaci­ón con Pablo Zuleta, médico especialis­ta en Psiquiatrí­a de la Universida­d Javeriana y director del CESD, queda claro que la reducción de daños –que tiene como referencia la primera Conferenci­a sobre este tema realizada en Inglaterra en 1990–, con un enfoque de derechos que pretende in

cluir a todos los actores involucrad­os. El profesiona­l indica que no se puede desconocer el hecho de que el tabaco ha estado con los seres humanos desde mucho antes de que existieran las compañías y que retirarlo de la sociedad, de manera inmediata, no es viable.

Para dejar de fumar, lo ideal es explorar las mejores maneras de abstenerse del todo. Sin embargo, hacerlo como fin terapéutic­o es una opción pero no siempre una posibilida­d. Es innegable que hay poblacione­s que están en más riesgo que otras, como los consumidor­es de bazuco, quienes, según Zuleta, en un 60% adictos (fuman hasta 80 en un día) y en estas poblacione­s existen muy pocas alternativ­as terapéutic­as.

Por ahora la mayoría de las muertes recientes en Estados Unidos se asocian con el consumo de cartuchos de TCH del mercado negro. Incluso, el Tribunal de este país suspendió la prohibició­n de cigarrillo­s electrónic­os en Nueva York (que se había impuesto a mediados de septiembre), después de una demanda presentada por compañías del sector. El debate continúa

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