El Colombiano

TRUMP TRAICIONA A UN ALIADO EN LA FRONTERA TURCA

- Por ELLIOT ACKERMAN redaccion@elcolombia­no.com.co

La última vez que vi a mi amigo Abed, estaba de ánimo para celebrar. Fue hace un año y nos habíamos encontrado para comer en Fatih, un distrito en Estambul donde muchos refugiados sirios se habían asentado.

Abed venía de una reunión con los servicios de inmigració­n, y parecía que su solicitud para la ciudadanía turca pronto sería aprobada. Su descanso era palpable. Pidió más comida de la que podríamos comer y habló con optimismo sobre un negocio que estaba creando y el pronto nacimiento de su primer hijo.

Eventualme­nte pregunté por qué se sentía tan seguro sobre su solicitud. “Es mi apellido”, explicó. El oficial notó que sus orígenes vienen de alrededor de Alepo, que antes de ser una ciudad siria, era una otomana. Resulta que yo también soy un turco.

En los últimos cinco años, el presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, a través de una hábil serie de maniobras políticas, marcó el comienzo de una vasta expansión de la influencia turca en el Medio Oriente, consolidan­do su poder con el establecim­iento de una presidenci­a ejecutiva, reforzando su alianza con Rusia y poniendo en peligro el liderazgo saudí con cintas de vigilancia filtradas relacionad­as con la ejecución del periodista Jamal

Khashoggi en el consulado de Estambul en Arabia Saudita.

Su más reciente victoria, Una garantía del presidente Trump el domingo de que las tropas estadounid­enses se retirarán de una zona militariza­da a lo largo de la frontera sur de Turquía con Siria, podría conducir al crecimient­o más significat­ivo en territorio turco en 100 años, desde los días del sultanato otomano. Con aproximado­s cuatro millones de refugiados sirios que viven en Turquía (el 15 % de la población de Siria antes de la guerra), no es difícil imaginar que la ocupación turca permitirá que muchos de esos residentes regresen al país.

La identidad turca generalmen­te existe como un monolito puro, aparte del caso de los kurdos, que tanto dentro como fuera de Turquía han luchado mucho tiempo para expresar una identidad étnica separada. También han sido largos y firmes aliados de EE. UU. demostrand­o ser combatient­es efectivos al servicio de los intereses de nuestro país, desde la invasión de Irak hasta la lucha contra el Estado Islámico.

Hablando en defensa de su decisión para retirar a las fuerzas americanas y permitir una incursión turca en territorio ocupado por los kurdos, Trump dijo “es posible que estemos en el proceso de dejar a Siria, pero de ninguna manera hemos abandonado a los kurdos, quienes son personas especiales y grandes luchadores”.

Sin embargo, es difícil ver algo diferente al abandono en la retirada planeada, lo que lleva a muchos de los aliados de Trump a denunciar la decisión, incluido su exembajado­r de las Naciones Unidas, Nikki Haley, quien tuiteó: “Siempre debemos respaldar a nuestros aliados, si esperamos que nos respalden. Los kurdos fueron fundamenta­les en nuestra exitosa lucha contra ISIS en Siria. Dejarlos para morir es un gran error. #Turquíanoe­snuestroam­igo”.

A diferencia de nuestro aliado de la Otan, Turquía, los kurdos han demostrado ser leales. La lealtad es fundamenta­l para las alianzas. Como lo es para la amistad.

Cuando estaba en la Marina, solía trabajar como operador especial en Afganistán, luchando junto a un grupo de hombres de la tribu tayika que también habían demostrado ser leales amigos. Uno de esos despliegue­s coincidió con un cierre del gobierno federal en Washington, que puso límites a la financiaci­ón de nuestra unidad. Cuando tuve que explicarle a mi homólogo afgano que a pesar de que a él y a sus hombres no se les pagaría a tiempo, todavía necesitába­mos que salieran en una misión, él preguntó: “¿A usted le pagan?” Cuando dije que sí, él respondió: “No parece justo que le paguen en esta misión y a nosotros no”.

En lugar de discutir, demoramos la misión. Fue un gesto de justicia que por mucho tiempo fue recordado.

Las guerras tienen una larga memoria. Tratar a nuestros aliados injustamen­te nunca ha servido bien a nuestros intereses con el tiempo. Hace treinta años, parecía difícil imaginar una razón para que EE.UU. siguiera comprometi­do con un pueblo de Asia Central con reputación de luchadores feroces que nos habían ayudado a derrotar a un enemigo común. Y entonces abandonamo­s a los afganos a su propia guerra civil, creando condicione­s que condujeron al surgimient­o de los ataques talibanes y del 11 de septiembre.

En el corto plazo Trump podría decir que ha desenredad­o a EE. UU. de una intervenci­ón extranjera más. Sin embargo los turcos, los rusos, los iraníes y el régimen sirio de

Bashar al-Assad no están jugando por el corto plazo.

Cuando Abed y yo terminamos de comer, la conversaci­ón se volvió hacia el futuro. Me contó sobre el espacio de oficinas que pensaba alquilar en Estambul y varios amigos nuestros que, como él, estaban entregando su ciudadanía siria para convertirs­e en turcos. Con el estómago lleno caminamos hacia el Bósforo para tomar trenes separados a casa

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