El Colombiano

OBRAS DE TEATRO

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. A veces uno se engaña juzgando a la gente. Por decirlo de alguna manera, saber que Santrich, además de hacer parte de un grupo delincuenc­ial y mercader al por mayor de droga, era un actor consumado. Basta recordar la obra de teatro en la que desempeñó su papel estelar: La detención, puesto en libertad, regreso tras las rejas, arribo triunfal al Congreso nacional y por último la partida inesperada a tierras lejanas.

La grandeza como actor representa­ndo el cautiverio que asombró a todo un pueblo. Más de uno exclamó que el pobre Santrich había perdido la noción del tiempo y el espacio, por fortuna fue algo pasajero y el rasguño en una uña no fue un intento de suicidio.

En otra presentaci­ón, la excongresi­sta Aída Merlano, primero con la compra exagerada de votos superó de lejos a los más avezados traficante­s en este mercado tan frecuente en nuestro medio. Pero lo anterior fue poco ante la impecable actuación como trapecista que sorprendió a toda una nación, al ejecutar de manera magistral tan difícil prueba. Ella y él se burlaron de 45 millones de personas.

Obras como estas se repiten a menudo en nuestro medio; es por ello que prefiero compartir una breve historia que leí hace varios años. A mediados del siglo XIX una mujer permanecía recluida en su habitación en Londres, por cerca de seis años. La enfermedad le impedía recibir el aire frío de la ciudad. Su nombre era Elisabeth

Barret, todo el tiempo lo dedicaba a escribir sobre temas varios y versos. Recibía numerosas cartas; una mañana se detuvo a leer una que decía: “Amo sus versos con todo mi corazón y la amo a usted también”. La firmaba Robert

Browning, un escritor inglés, de prestigio como ella.

Él, con afecto, la hizo volver a la vida. Salieron a pasear por los parques de esa ciudad. Más tarde contrajero­n matrimonio y se fueron a Italia en busca de un mejor clima, donde tuvieron un hijo. Una tarde en Florencia murió en brazos de su esposo. En uno de sus versos le escribió: “¿Que cómo te amo? Te diré:/ imagino que te amo con la profundida­d y la grandeza, /que mi alma logra en tierras de belleza,/ en las horas de gracia en que me empino./ Te amo, humilde, al nivel de mi destino - lámpara y sol te quiere mi pobreza-,/ cual se vuelve del rezo, con pureza, como se lucha por lo más divino./ Con el amor con que adoré a mis santos, con esa fe que imaginé perdida,/ y te amo con mil risas y mil llantos,/ te amo con el aliento de mi vida./ Más si Dios quiere, yo sabré quererte mejor, y más aún tras de mi muerte”.

Hoy, los matrimonio­s igual que los carros y los electrodom­ésticos, es usual que duren poco. Sin embargo, aún quedan seres que después de conservar una unión ejemplar por muchos años, el uno o la otra, al final con abnegación, amor y gratitud, permanecen día y noche cuidando al que perdió la salud, a veces sienten desfallece­r. Ante ellos, me inclino en silencio

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia