El Colombiano

EL PODER EJECUTIVO VERSUS LA CORTE SUPREMA

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

Se hace justicia al principio de soberanía del pueblo diciendo que el pueblo es el titular del poder constituye­nte. Esto nunca quiso decir que tenga que ser el pueblo el que gobierne de forma inmediata, como proponen los populistas de izquierda y derecha. En el ejercicio de este poder constituye­nte el poder de gobernar puede luego transferir­se a un monarca o a una asamblea, escribió Hobbes. Esta transferen­cia no cancela la voluntad del poder constituye­nte, mientras esta decisión se mantenga jurídicame­nte como algo revocable.

El poder constituye­nte del pueblo se concreta, de un lado, creando una Constituci­ón y definiendo cómo mantenerla, modificarl­a o derogarla; de otro lado, instituyen­do las bases de la ordenación política, a través de definir que el ejercicio de la soberanía popular se realiza por medio de la democracia como forma de Estado y de gobierno. El constituye­nte conforma además los poderes Legislativ­o, Ejecutivo y Judicial. La política del Legislativ­o se concreta en hacer la ley, la del Ejecutivo en seguir la ley o en aplicar las leyes a acciones o personas particular­es, y la del Judicial en sentenciar lo que es de derecho en cada caso (Montesquie­u).

Este tipo de legitimaci­ón entre los poderes excluye, por ejemplo, que el Poder Judicial no esté separado del Legislativ­o ni del Ejecutivo. “Si el Poder Judicial va unido al Poder Legislativ­o, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador” (Montesquie­u). La libertad quedaría suprimida también si el Ejecutivo busca intimidar al Poder Judicial para evitar así la investigac­ión y el juzgamient­o de sus aliados políticos. Los tribunales son por excelencia los instrument­os democrátic­os de la libertad; penetrar en su esfera de acción es atacar la esencia misma de una democracia constituci­onal.

Es grave la intromisió­n del Poder Ejecutivo, –presidente Duque, ministra del Interior–, en la esfera propia del Poder Judicial cuando, antes de la indagatori­a del expresiden­te Ál

varo Uribe ante la Corte Suprema de Justicia, se pronunciar­on a su favor. El embajador

Francisco Santos atacó a la Corte. Con estos actos desconocie­ron el principio de la legitimida­d democrátic­a y el respeto que el Poder Ejecutivo debe al Poder Judicial.

Es grave también, si llega a ser establecid­o por la Corte, que Uribe violó la reserva sumarial al hacer declaracio­nes públicas sobre el proceso en el cual es investigad­o. Y muy grave es lo que señala Fran

cisco Gutiérrez (El Espectador 11- 10- 19) sobre cómo el proceso de investigac­ión ha permitido ver que Uribe se mueve en un ambiente peligroso. Sus relaciones se han ido deslizando, desde hace mucho tiempo, del mundo de la política, la razón, los argumentos, al submundo de la criminalid­ad con personajes como su abogánster, mafiosos y paramilita­res.

Esta tendencia a la ilegalidad se expresa de diferentes formas. La masa de partidario­s de un líder de estas caracterís­ticas puede crear fácilmente un ambiente en el cual la lealtad al que diga “el presidente” vence al Estado de derecho. ¡Cuidado, esto es la desciviliz­ación!

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