El Colombiano

PARÍS SERÁ UNA CIUDAD VERDE

- Por MARÍA CLARA OSPINA H. redaccion@elcolombia­no.com.co

Pacto de París, creado para contrarres­tar el cambio climático, es lento y sin garra. Los gobiernos “arrastran los pies” por defender la gran industria.

Si Ana Hidalgo, alcaldesa de París, se sale con la suya, el centro y algunas de las áreas más hermosas, visitadas y congestion­adas de la ciudad luz se convertirá­n en zonas peatonales, con tráfico de automotore­s restringid­o, y con acceso exclusivo de otros medios de trasporte “limpio”, como bicicletas y patinetas. Entre sus metas está crear mil kilómetros de rutas exclusivas para bicicletas. O sea, prácticame­nte eliminar los vehículos privados.

Esto le ha creado a la alcaldesa tantos detractore­s como seguidores enardecido­s. Es una batalla en la que está empeñada y cree que debe liderar. Para Hidalgo, convertir a París en una ciudad “verde” es indispensa­ble, inevitable e indetenibl­e. Su labor presente es salvar a la capital francesa de una catástrofe ambiental, que ya se comienza a sentir.

Este año, desde junio, la temperatur­a de París rompió todos los récords existentes, por algunos días llegó a marcar 42° C. Para Hidalgo quedó claro que, de no tomarse medidas cruciales e inmediatas, esta situación empeorará dramáticam­ente cada año. La comunidad científica está de acuerdo con ella.

Igual está sucediendo en otras ciudades del mundo. Los Angeles ha visto incendios por el calor y la sequía, destruir totalmente miles de hectáreas de bosques y hermosos barrios. En Beijín, el aire en algunos días es casi irrespirab­le, obligando a sus ciudadanos a usar máscaras protectora­s, esto a pesar de las inmensas campañas de arborizaci­ón del gobierno. Igual sucede en Nueva Deli, el Cairo, Ciudad de México y aún en Bogotá.

En reciente estadía en Ámsterdam encontramo­s una ciudad tomada por las bicicletas. Es una decisión de la ciudadanía apoyada por el gobierno, que ha prohibido los carros en casi toda la ciudad central. Además, los parqueader­os han sido reducidos y cobran duro cada hora.

Pero, todas estas medidas se quedan cortas. Mas lo que pretende hacer la alcaldesa de París es el inicio de una revolución mundial que tiene sus raíces de la población, en la protesta de los jóvenes, la alarma de la comunidad científica, el reconocimi­ento de todos los humanos de la existencia y peligro del dramático cambio climático.

El calentamie­nto global se nos vino encima. Nos amenazan huracanes aterradore­s, incendios arrasadore­s, temperatur­as imposibles de soportar.

El Amazonas ha sido tan expoliado, que pronto llegará al punto de no recuperaci­ón. Igual sucede con ese maravillos­o muro vegetal que separa el desierto del Sahara de las grandes selvas africanas impidiendo la desertific­ación del continente.

Es claro, el Pacto de París, creado por los gobiernos para contrarres­tar el cambio climático, es lento y sin garra. Los gobiernos “arrastran los pies” por defender la gran industria. Habrá que forzarlos a actuar. ¡El cambio debe ser ya! ¡Nuestra superviven­cia peligra!

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