El Colombiano

ES HORA DE HABLAR CON IRÁN

- Por WILLIAM J. BURNS Y JAKE SULLIVAN

Este mes, hace seis años, estábamos en medio de conversaci­ones secretas con Irán que condujeron al acuerdo nuclear integral. Fue un momento en que la diplomacia conllevaba un riesgo considerab­le y promesa considerab­le. Hoy, la promesa se ha desvanecid­o y el riesgo se está acelerando.

Las consecuenc­ias de la tonta decisión de la administra­ción Trump de abandonar ese acuerdo nuclear el año pasado, sin evidencia de incumplimi­ento por parte de Irán, eran predecible­s, y se predijeron.

Ahora estamos en un punto muy peligroso. La historia de cómo llegamos a este punto es una de expectativ­as defectuosa­s en ambas partes.

Irán pensó que podría esperar que pasara el período del presidente Trump, y Estados Unidos simplement­e volvería al acuerdo bajo un nuevo presidente en 2021. Pero la presión de las sanciones económicas, reimpuesta unilateral­mente por Estados Unidos, ha sido más formidable de lo que Irán había previsto. La inflación está en un 50 por ciento, y las exportacio­nes de petróleo, el elemento vital de la economía de Irán, han disminuido de 2.5 millones de barriles por día a tan solo un par de cientos de miles el verano pasado. Los firmantes europeos del acuerdo nuclear demostraro­n ser incapaces de ofrecer mucho alivio.

La administra­ción Trump, por su parte, creía de manera poco realista que su campaña de “presión máxima” y el ruido de sables haría que Irán se rindiera y aceptara los términos de Estados Unidos. Pero no pudo ver que Irán tiene sus propias cartas para jugar. En lugar de capitular, los iraníes han llevado a cabo acciones cada vez más provocativ­as en el golfo y comenzaron a avanzar en su programa nuclear. En lugar de unirse a Estados Unidos en un frente unido para aislar a Irán, los aliados y socios de Estados Unidos están tratando de actuar como mediadores entre lo que ven como dos actores rebeldes: Washington y Teherán.

En Teherán, los intransige­ntes son ascendente­s, su escepticis­mo acerca de compromete­rse con Occidente se ve validado. Su tentación de extenderse está aumentando, alimentada por la percepción de que el presidente Trump (en el lenguaje de sus partidario­s políticos) es un “copo de nieve”, hablando de un gran juego pero más interesado en la cumbre de autoabsorc­ión que en ataques militares.

Nuestros socios del golfo, mientras tanto, están indecisos. Por un lado, están preocupado­s por las colisiones militares y están tratando de frenar el avance hacia el conflicto, con el príncipe heredero saudita, un creyente nacido de nuevo en el valor de las investigac­iones exhaustiva­s de las Naciones Unidas. Por otro lado, están ansiosos de que la no reacción de Estados Unidos ante las recientes provocacio­nes de Irán solo alimente el apetito de Irán por asumir riesgos, con Arabia Saudita como el objetivo más convenient­e.

Si permanecem­os en esta trayectori­a, pronto caeremos por el precipicio. Las preguntas políticas debatidas en Washington son con demasiada frecuencia sobre si usar o no el cinturón de seguridad. En cambio, deberíamos volver a poner las manos sobre la rueda de la diplomacia y dirigirnos hacia una salida antes de que sea demasiado tarde.

Para comenzar, ambos lados tienen que reajustar sus expectativ­as, y comenzar una reducción paso a paso que podría crear la base para una resolución a largo plazo. Estados Unidos no conseguirá que Irán llegue a la mesa sin algo de alivio económico -ya sea directo o por medio de la Unión Europea, como ha sugerido el presidente francés

Emmanuel Macron. Estados Unidos también tendrá que abandonar como condición previa para el progreso las 12 demandas que el Secretario de Estado Mike

Pompeo expuso públicamen­te el año pasado. Este ingenioso régimen iraní no va a emitir ese tipo de declaració­n de rendición.

Los iraníes también se tendrán que volver más realistas. Simplement­e no es práctico pensar que Estados Unidos proporcion­ará un alivio significat­ivo de las sanciones sin garantizar que Irán comenzará inmediatam­ente negociacio­nes sobre un acuerdo de seguimient­o que al menos extienda los plazos del acuerdo y aborde cuestiones de verificaci­ón y misiles balísticos interconti­nentales.

El acuerdo nuclear acordado en 2015 estaba destinado a ser el comienzo, no el final, de la diplomacia con Irán.

Tenemos nuestra última y mejor oportunida­d de diplomacia ante nosotros. Deberíamos aprovechar­la

Deberíamos volver a poner las manos sobre la rueda de la diplomacia y dirigirnos hacia una salida antes de que sea demasiado tarde.

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