El Colombiano

VOLVER A VOLAR

- Por ALDO CIVICO aldo@aldocivico.com

Los testimonio­s nos permiten redefinir conceptos que a veces las ideologías, o hasta nuestra insensibil­idad, pervierten y ofuscan. En estos días recibí el testimonio del mayor retirado

Jorge Ramírez, un oficial de infantería, condecorad­o 8 veces durante 25 años de servicio de los cuales casi nueve los pasó en la cárcel por haber firmado documentos que llevaron a muertes extrajudic­iales. Hoy es comparecie­nte en la JEP donde las víctimas esperan su verdad. Nos encontramo­s en el AshramVana­durga, en San Rafael a finales de julio, donde se reunieron 70 personajes de la vida pública nacional de distintos orígenes y pensamient­os políticos, para pasar unos días de reflexión personal. Con su permiso, publico el testimonio que el mayor Ramírez me envió.

“Con las alas cortadas. ¿Quién no ha cometido un error y ha pagado por ello? Hoy, diez años después que me cortaron las alas, el precio alto de mi condena por haber creído que en la guerra valía todo y dejarme guiar por la política del momento, camino duro que recorrí segundo a segundo. Fueron 9 años o 108 meses o 3240 días, o mejor 4.665.600 minutos, pasando por el valle de la oscuridad convencido que había hecho las cosas bien, dedicándom­e a la guerra para la libertad de mi país. Todo empieza a cambiar cuando me quedé solo, detrás de unas barras de hierro oxidado. No me permitiero­n ver al hombre que más amo en la vida, a mi padre, cuando yacía en un cajón sin vida. No lo pude acompañar a su última morada. Ese dolor fue más grande que las heridas que mi cuerpo había recibido en la guerra. Más aún, creía que no había fallado. Meses después, mi esposa me confesó que se había enamorado de otro hombre y el dolor en mi interior crecía como una bola de nieve. Fue cuando pensé en quitarme la vida”.

“El inicio de mi paz interior nace cuando reconozco que me había equivocado; que el camino no era la guerra. Nacieron nuevamente las esperanzas y reconocí que, al igual que yo, otras personas habían sufrido más o peor por mis actos. A través del comité de reconcilia­ción encontré las puertas para reconocer y pedir perdón. Es así como volví a nacer. Hoy veo con estoicismo cómo los que un día fueron mis enemigos, son en este presente unos guerreros de paz. Con cientos de proyectos en búsqueda de regresarle las alas a la libertad a la paz de Colombia. Yo me adhiero a todos sus caminos no sin antes recordar que jamás volveré a volar porque mis alas fueron cortadas, pero desde tierra caminaré errante hasta que mi aire y mis latidos no sean ya míos por ver ese país libre, sin violencia donde todos nos hayamos perdonado”.

Durante mis más de 25 años de experienci­a, he venido entendiend­o la transforma­ción de conflictos como el resultado de una sanación personal, antesala de una sanación colectiva de relaciones rotas. Este camino genera espacios, conversaci­ones, encuentros, donde el entendimie­nto antes y el perdón después son posibles. Porque no hay perdón sin antes poder entender

“Todo empieza a cambiar cuando me quedé solo detrás de unas barras de hierro... Hoy veo con estoicismo cómo los que un día fueron mis enemigos, son en este presente unos guerreros de paz”.

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