El Colombiano

LA DEMOCRACIA EN ACCIÓN

- Por ARMANDO ESTRADA VILLA aestradav@une.net.co

Vivimos por estos días la parafernal­ia propia de las campañas electorale­s: vallas, pasacalles, volantes, cuñas en radio y televisión, mensajes en las redes sociales, movilizaci­ones, discursos, debates entre los candidatos, propuestas, en fin, promesas. Todos los aspirantes y los partidos y grupos que los acompañan hacen lo necesario para ganar. Y es este caldeado ambiente el que invita a formular unas preguntas sobre la responsabi­lidad del ciudadano a la hora de votar. Preguntas que no buscan inducir el voto, sino explicar su importanci­a.

¿Por qué votar? Votamos para ejercer el derecho que permite al sufragante intervenir en la formación del gobierno y de la oposición, y así participar en la conformaci­ón, ejercicio y control del poder político. También porque en democracia las elecciones constituye­n el mejor escenario para resolver los conflictos por el poder, que se solucionan sin violencia en el plano institucio­nal, donde los ciudadanos escogen libremente los candidatos de su preferenci­a. Igualmente, porque la democracia hace moralmente tolerable la sujeción de la persona al poder, hasta el punto que se obedece a un candidato por el que no se votó y unas normas que no se comparten. ¿Para qué votar? Las elecciones le permiten al pueblo ejercitar el poder que ostenta como depositari­o de la soberanía para elegir por mayoría el gobierno local y departamen­tal y los concejos, asambleas y Juntas Administra­doras Locales (JAL), con el mandato a los designados para que trabajen con honestidad, eficiencia, eficacia y responsabi­lidad, defiendan el interés público y el bien común y respondan ante la comunidad por su gestión. Sirven también las elecciones para compromete­r a los candidatos en mantener y promover la dignidad humana y los derechos fundamenta­les y en la solución de los problemas de pobreza, insegurida­d, corrupción, salud, educación, empleo, que aquejan a parte de la comunidad. Así mismo, para que se sientan obligados a tratar de elevar el nivel de vida de los gobernados, mediante políticas de bienestar que satisfagan las demandas sociales y contribuya­n a disminuir las desigualda­des económicas y sociales.

¿Por quién votar? Actualment­e, los políticos y los partidos están desacredit­ados por causas conocidas: corrupción, promesas incumplida­s, ineficienc­ia gubernamen­tal, clientelis­mo. Además, partidos y políticos dan la sensación que se sirven más a sí mismos que a la comunidad a la que deberían servir; a lo que debe agregarse que los escándalos en que se encuentran comprometi­dos son permanente­s. De allí, que abunden los argumentos para no votar. Sin embargo, el mejor mecanismo para superar las causas del descrédito es votando, máxime cuando hay candidatos para todos los gustos y la pluralidad de opciones cubre todo el espectro ideológico. Hay que pedirle, sí, al votante que escoja al que satisfaga unos criterios básicos: defensa del bien común, promesas viables, capacidad, honestidad, experienci­a, conocimien­to. Por fortuna, hay aspirantes que satisfacen estos criterios. Así que hay por quién votar

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