MENOS ILUSIONISMO, MÁS SENTIDO COMÚN
Seguir analizando el porqué de los resultados electorales en Medellín es asunto que pasa poco a poco al olvido. Ahora es más pertinente mirar hacia el futuro, a ver cuáles son los retos del nuevo Alcalde, su capacidad de cumplir los compromisos y realizar un plan que prolongue lo positivo y corrija los disparates de la administración saliente.
Que el virtual desmantelamiento del equipo directivo de la Alcaldía meses antes, por el retiro poco responsable de varios secretarios para reforzar la candidatura que en últimas salió derrotada, causó una impresión pésima entre muchos ciudadanos, es una percepción personal, así como también creo que ha influido el sentimiento común de malestar por el estrechamiento de vías y la instalación de materas para impulsar el proyecto plausible pero inconsulto de ciclorrutas y senderos peatonales. De igual modo es obvio que los ciudadanos estemos frustrados por el impacto diario y nocturno de la inseguridad y la infructuosidad de la lucha bien intencionada contra múltiples formas de delincuencia.
Más que los acuerdos y desacuerdos políticos preelectorales y la prepotencia o el egoísmo que impidieron alianzas convenientes, los factores mencionados, además de otros archiconocidos, debieron pesar de modo determinante en los resultados de la elección de hace una semana en Medellín, donde se dio el salto, ojalá no un brinco imprudente, hacia un modelo distinto de gobierno local liderado por el candidato Quintero, que tendrá un contrapoder fuerte en el Concejo.
Con todo, lo esencial para que en Medellín se garantice un gobierno efectivo, está en la reivindicación del sentido práctico, basado en la auscultación diaria de lo que la gente, el vecindario, se figura como ciudad ideal. No es lo mismo andar las calles gastando tenis y repartiendo volantes en los semáforos, que buscar y oír a los ciudadanos, preguntarles qué opinan, aceptar sus críticas y admitir sus recomendaciones y propuestas: Hablar con los taxistas, con los transeúntes corrientes, con los tenderos, con las señoras en los barrios, con los muchachos que rumbean, con estudiantes y maestros, con esas personas que saben más de la ciudad que muchos planeadores urbanos patidifusos y arrogantes, embriagados de poder y encerrados en oficinas herméticas.
Claro que salir en televisión y copar tiempos y espacios con cuñas promocionales puede ser útil, pero la imagen mediática debe modularse y no puede ser el fruto de artificios ilusionistas sino de actitudes, acciones y realizaciones verificables. Ningún ciudadano tiene por qué seguir sintiéndose como un animalito de laboratorio domesticado para avanzar en experimentos totalitarios de ingeniería social que recortan libertades básicas. La ciudad no tiene por qué volverse un panóptico donde se corra el riesgo del telecontrol total, como el chino. Ojalá el nuevo Alcalde lo aclare y no se equivoque ■
Ahora es más pertinente mirar hacia el futuro, a ver cuáles son los retos del nuevo Alcalde, su capacidad de cumplir los compromisos.