El Colombiano

Más de dos meses sin saber dónde está Doralba

Con 63 años y problemas de salud, su esposo y sus tres hijos hacen un llamado para que la dejen libre.

- Por RICARDO MONSALVE GAVIRIA

Han pasado 78 días del secuestro y al teléfono de Javier Penagos sigue entrando esa fatídica llamada, cada semana, en la que solo se escucha una voz que le exige una millonaria suma de dinero para recordarle que esa es la única forma de volver a ver a su esposa, Doralba Agudelo, raptada el pasado 26 de agosto por las disidencia­s de las Farc en zona rural de Ituango.

“Ese día ella estaba en la finca que tenemos en el corregimie­nto de La Granja, cuando a las 12 de la noche llegaron cuatro tipos armados en dos motos y le dijeron que el jefe de ellos la quería ver, que al ratico la devolvían. Van casi tres meses y mire en lo que quedó eso”, narra Javier.

Afirma el esposo de la mujer plagiada que, 24 horas después del rapto, los delincuent­es lo dejaron hablar con Doralba para asegurarse que estaba bien y que en los próximos días recibiría instruccio­nes telefónica­mente.

“Efectivame­nte a los tres o cuatro días llamaron haciendo una exigencia económica. Yo les pregunté que a qué grupo pertenecía­n y solo me respondier­on que ‘a uno de los de por aquí’, pero después vimos en los medios la captura de uno de los cabecillas de las disidencia­s del frente 18 de las Farc y desde eso la Séptima División le atribuye el secuestro a ese grupo ilegal”, dice Javier.

Efectivame­nte el pasado 2 de septiembre, el general Juan Carlos Ramírez, comandante de esa unidad militar, informó de la captura de alias “Mamarrón”, uno de los principale­s cabecillas de las disidencia­s del frente 18 de las Farc y durante la rueda de prensa confirmó que ese grupo armado ilegal tenía en su poder a Doralba Agudelo.

“Ese secuestro en este momento lo está trabajando tanto el Gaula de Ejército como el de la Policía”, dijo para esa fecha el alto oficial.

A pesar del trabajo de las autoridade­s y los mensajes que le envían de ánimo y energía a la familia víctima del secuestro, la paciencia y la tranquilid­ad cada vez son más escasas, sobre todo porque desde esa casa afirman que no tienen como pagar la cantidad de dinero que están pidiendo los disidentes.

“Cada ocho días me llaman haciendo la exigencia económica, llamadas de 10 segundos y ya no me la están pasando. La última vez que hablé con ella fue hace más de un mes y la sentí completaca­pturas ha realizado la Policía en casos relacionad­os con secuestro este año.

mente fatigada, enferma. Acá hay un agravante porque ellos no le están suministra­ndo los medicament­os que necesita por problemas que tiene con la presión arterial”, expresa el esposo de la víctima.

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