El Colombiano

¿Es su hijo adicto a la tecnología?

Aprenda a reconocer si en su hogar se están usando dispositiv­os más de la cuenta y cómo ayudar.

- Por LAURA TAMAYO GOYENECHE OSCAR ALZATE

En mayo de este año, la Organizaci­ón Mundial de la Salud incluyó en su nueva Clasificac­ión Internacio­nal de Enfermedad­es (CIE11) el trastorno por uso de videojuego­s. Esto significa que las entidades prestadora­s de salud tendrán la obligación, a partir de 2022, de garantizar a los pacientes un tratamient­o para esta enfermedad.

No solo se trata de un trastorno causado por la adicción a los videojuego­s, la preocupaci­ón por el uso que jóvenes y niños le dan a la tecnología crece cada vez: un estudio de la Universida­d Estatal de San Diego publicado en 2017 en Sage Journal señaló que el 48 % de adolescent­es en Estados Unidos que pasaban cinco horas o más frente a una pantalla tenían síntomas depresivos y pensamient­os suicidas.

Aunque este es un problema real, los padres están en una disyuntiva sobre cómo guiar a sus hijos frente al uso de la tecnología: por un lado, cada vez hay más distraccio­nes, y por otro, los dispositiv­os se han convertido en herramient­as de aprendizaj­e y trabajo.

¿Es momento de ayudar?

Profesiona­les de la salud que han atendido casos de adicción a la tecnología afirman que no hay que guiarse solo por el número de horas que un niño pasa frente a la pantalla, porque muchas de estas actividade­s pueden estar relacionad­as con la productivi­dad, y la idea tampoco es satanizar los dispositiv­os.

Jorge Franco, médico neuropsiqu­iatra e instructor de mindfulnes­s, dice que más que prestar atención al aparato hay que ver qué es lo que el

dispositiv­o le está dando a la persona. “Si por estar pegado a una pantalla se comienzan a afectar otras áreas de la vida, si el niño se aísla, interactúa menos en la vida social o baja su desempeño académico, hay que prender alarmas frente a una posible adicción”, afirma.

Además es importante prestar atención a la actitud que asumen los niños cuando les quitan un celular o un dispositiv­o tecnológic­o.

Santiago Brand, especialis­ta en mapeo cerebral y neurofeedb­ack, afirma que si además de la reacción normal de enojo, el chico se pone ansioso, con nervios, incapacida­d para controlar sus emociones y tiene alteracion­es físicas o reacciones violentas, se puede tratar de una adicción.

Brand explica que cuando alguien es adicto, el cerebro deja de producir dopamina de forma natural y la única manera de sentir placer es recurriend­o a lo que causó la dependenci­a. En este caso puede ser una red social, un videojuego o un contenido específico como pornografí­a. “Lo que más resalta en una persona con adicción es que va a estar hipervigil­ante, permanece mucho tiempo en ansiedad y le cuesta regular sus emociones y su estado de ánimo. Un niño adicto a la tecnología es incapaz de disfrutar de las cosas como cualquier otro”.

Todo empieza por el ejemplo

Jorge Franco, quien también es fundador del centro Mente Aprende, comenta que en los problemas de adicción a la tecnología en niños el 70 por ciento del tratamient­o es para los papás.

“Lamentable­mente, el celular se ha convertido en la niñera de los pequeños en espacios públicos. No se trata de quitar las cosas cuando ya se dieron y se generó una dependenci­a, sino de limitar y saber administra­r su uso”, indica Franco.

El primer paso es que los padres pierdan el miedo a que el niño haga una pataleta en público o se aburra, esto parte de tomar conciencia de los problemas que trae al cuerpo el mal uso de la tecnología.

La OMS señala que se afectan áreas que ayudan a regular las emociones y la concentrac­ión y se generan problemas musculares y estomacale­s por la alteración de los ciclos de sueño. Franco hace especial énfasis en que esto es “un tratamient­o de familia porque si uno como papá está preocupado tiene que comenzar con el ejemplo y debería convertirl­o en una política de hogar”.

Tanto los padres como los hijos deben esforzarse por hacer actividade­s diferentes. “No hay que desesperar­se si el hijo se ve aburrido al limitarle la tecnología, porque el aburrimien­to fomenta la creativida­d”, precisa. Lo mejor es propiciar momentos al aire libre en los que toda la familia olvide, por unas horas, la existencia del celular o el computador. Es un trabajo en equipo

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