El Colombiano

El partido contra el racismo y la xenofobia se va perdiendo

Agresiones verbales y discrimina­ción por parte de hinchas ameritan la aplicación de medidas más drásticas.

- Por JUAN FELIPE ZULETA VALENCIA ELENA OSPINA

El lateral brasileño Dani Alves, el futbolista con más títulos en la historia, se prepara para cobrar un tiro de esquina, pero antes de patear, pela y se come el banano que le lanzaron de una tribuna, desde la cual se escuchan gritos que emulan los sonidos de los primates.

Y aunque esta escena ocurrió en 2014 en un partido de la Liga española y que causó indignació­n por tratarse de uno de los futbolista­s más mediáticos del mundo, el tema no para pese a los múltiples esfuerzos que hace la Fifa (Federación Internacio­nal de Fútbol Asociado) por acabar con la discrimina­ción, las barras bravas, el racismo (exacerbaci­ón del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discrimina­ción o persecució­n de otro u otros con los que convive) y la xenofobia (fobia a los extranjero­s, según definicion­es de la Real Academia Española).

El pasado fin de semana, cuando se celebraba el llamado derbi (clásico) de la liga ucraniana, varios aficionado­s del Dinamo de Kiev entonaron cánticos racistas contra el jugador brasileño Taison Barcellos Freda del Shaktar Donetsk y este, molesto, replicó a la agresión siendo expulsado.

Estos casos no son hechos aislados. Más aún, son recurrente­s, aprovechad­os por hinchadas agresivas y sin control que utilizan el color de piel, las facciones e, incluso, la procedenci­a de los jugadores para desatar su ira.

Cada fin de semana, en cientos de estadios europeos,

en ligas y partidos ignotos, los casos de racismo en el fútbol ganan más terreno sin que parezca haber soluciones de fondo.

La razón del recrudecim­iento de estas prácticas y otras formas de discrimina­ción en el balompié del Viejo Continente son un fiel reflejo, según Daniel Alberto Zapata, sociólogo y experto en estudios políticos e internacio­nales de la Universida­d del Rosario, de la sociedad en que vivimos.

“El fútbol es una caja de resonancia de la realidad social de un país, en este caso de gran parte de un continente. La crisis migratoria que atraviesa Europa por la llegada masiva de sirios, afganos y africanos, que huyen de guerras, rebasó la capacidad de respuesta de las naciones en materia económica, sanitaria y de seguridad”, explica.

“Europa vive un proceso de cambio demográfic­o y cultural, y la incertidum­bre que generan los cambios ha propiciado discursos de rechazo al foráneo y de supuesta protección a los valores tradiciona­les, propios de los movimiento­s de ultraderec­ha, y esa pugna se ha trasladado al fútbol, uno de los símbolos de identidad más fuertes”.

Las cifras le dan dimensión a la problemáti­ca. Desde 2014 ingresaron a Europa, según Acnur –Agencia de la ONU para los Refugiados– 1.960.126 refugiados y migrantes principalm­ente de Afganistán, Siria y naciones africanas.

Las consecuenc­ias sociales adversas son evidentes. Conforme indica la Agencia Europea de Derechos Fundamenta­les, en los últimos 5 años un 30% de la población de raza negra en la Unión Europea ha sido víctima de discrimina­ción racial de algún tipo.

El impacto en el balompié

Y el fútbol no es ajeno a este hecho en especial porque es un evento masivo al que acuden aficionado­s de dos planteles que se enfrentan luchando por puntos, trofeos o campeonato­s. Por las costas italianas, por ejemplo, ingresaron 658.000 migrantes desde 2014, por lo cual se entiende que sea este país más propenso a casos de racismo en este deporte. Y, aunque no hay cifras concretas sobre el número de hechos presentado­s allí a través de los años, sí es el país en el que más jugadores

“Los jugadores deben tomarse el problema en serio y tomar medidas firmes, si no, ellos (los racistas), seguirán”. YAYA TOURE Futbolista de Costa de Marfil

denuncian estas prácticas.

En Francia, cuya Selección fue campeona mundial hace un año, con 13 jugadores de ascendenci­a africana, reportó la temporada pasada la detención de 86 personas y 22 interrupci­ones en partidos de Liga por casos de discrimina­ción, cifras que entrega la Dirección Nacional de la Lucha contra el Hooliganis­mo (término que identifica al hincha británico de comportami­ento violento y agresivo, según la RAE).

En Inglaterra, la Organizaci­ón de Igualdad e Inclusión del Fútbol, Kick It Out, reporta un aumento del 43% en casos de discrimina­ción racial durante la Liga inglesa y del 75% de hechos de islamofobi­a y antisemiti­smo.

Esta problemáti­ca se agudiza al mismo tiempo que las seleccione­s de dicho país retoman protagonis­mo en el plano internacio­nal gracias a la inclusión de futbolista­s de origen africano, caribeño y árabe.

Por ejemplo, con el aporte fundamenta­l de seis nigerianos, el combinado inglés sub17 ganó hace dos años el Mundial, al cual Nigeria, otrora potencia en esta categoría, ni siquiera logró clasificar.

En Francia, el legendario entrenador Guy Roux, quien tiene el récord mundial como el técnico que más tiempo dirigió en un solo equipo (40 años al Auxerre), sentó su voz de protesta en junio de 2017 por los eventos reiterados de discrimina­ción en el balompié de su país. “Todos los muchachos buenos juegan ahora en los suburbios. Si quitamos a los musulmanes de la Liga francesa escasament­e tendríamos para armar siete equipos”, dijo. Y son 20 elencos.

Es, quizá, la paradoja más grande que existe en el deporte actual. Mientras el racismo y la xenofobia se enquistan, el fútbol europeo ha consolidad­o su dominio mundial gracias a la confluenci­a de jugadores de diversos orígenes.

Paños de agua tibia

En 2013, la Fifa decidió instaurar una Comisión contra el Racismo que clausuró tres años después argumentan­do haber cumplido con las metas propuestas en materia de seguimient­o, capacitaci­ón, guía de buenas prácticas, normativa de sanciones, campañas y programas de inclusión.

Las cifras expuestas anteriorme­nte evidencian que, en la práctica, la Comisión no tuvo impacto real.

Actualment­e existe el FARE –Fútbol contra el Racismo en Europa– una red promovida por la Uefa (máximo organismo del fútbol europeo), que tiene su programa “No al Racismo”, que alimenta con campañas en cada estadio del continente y en todas las competenci­as y que según sus principios, buscan, mediante campañas publicitar­ias y de contacto con los aficionado­s, la erradicaci­ón de la discrimina­ción de los estadios. En diálogo con Emannuel

Artigas, miembro del programa de Buenas Prácticas de Conmebol, resalta que la Fifa, en su compromiso por erradicar la problemáti­ca, ha endurecido sus sanciones, pero enfatiza que esta normativa debe contar con voluntad de cada federación para hacerla cumplir. “La Fifa estipula sanciones que llegan, incluso, al descenso del equipo cuya hinchada cause estas afectacion­es o el cierre del estadio durante un año, lo que pasa es que pocos directivos están dispuestos a asumir la presión y el posible costo político de tomar medidas radicales pero necesarias”, insiste.

Artigas cree, además, que hace falta un compromiso mayor por parte de los futbolista­s, y que en los tiempos que cursan, es vital el surgimient­o de líderes y símbolos.

“El equipo campeón mundial es un abanico multicultu­ral. Muchas figuras que dominarán el fútbol en los próximos años son de padres migrantes de Asia y África. Tienen que aprovechar su influencia para tomar una posición vehemente y que no se quede solo en reacciones circunstan­ciales”, insiste.

Una paciente amenaza

En tanto no existan soluciones de fondo, parece latente la amenaza que en cualquier gran escenario ocurra un daño mayor para la imagen y el futuro del fútbol. Hay antecedent­es que alimentan dicho temor.

En la Eurocopa de Francia 2016, grupos xenófobos rusos dejaron un baño de sangre en Marsella en una jornada que amenazó con suspender el certamen.

En el pasado Mundial de Rusia, las autoridade­s tuvieron que activar un amplio esquema de seguridad para evitar amenazas que apuntaban a posibles delitos de odio durante el campeonato y que se hicieron evidentes con mensajes en redes sociales y en concentrac­iones de hinchas, así como en los estadios, donde algunas barras radicales apuntaban a exacerbar los ánimos de los jugadores con cánticos o insultos.

Ahora, a dos años de la realizació­n de un Mundial en Catar, territorio árabe, persiste el temor de que el fútbol sufra una derrota sonora, de esas de las que cuesta reponerse

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ILUSTRACIÓ­N
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