El Colombiano

LULA ESTÁ LIBRE. ¿AHORA QUÉ?

- Por CAROL PIRES redaccion@elcolombia­no.com.co

El expresiden­te de Brasil, Luiz

Inácio Lula da Silva, fue liberado el viernes pasado después de un año y medio de prisión. El Sr. Da Silva, quien aún enfrenta cargos pendientes, podría encontrars­e nuevamente en la cárcel, pero por ahora podrá permanecer en libertad hasta que se agoten todas sus apelacione­s. Dada la impopulari­dad del actual presidente, Jair Bolso

naro, la liberación del hombre más querido y odiado en Brasil amenaza con profundiza­r aún más la tensión política.

El Partido de los Trabajador­es ha fracasado desde que Da Silva fue encarcelad­o en abril de 2018. Y sin embargo, ningún otro político ha logrado destacarse mientras estaba en prisión como lo ha hecho él. Con su retórica carismátic­a y su trayectori­a como uno de los presidente­s más populares en la historia brasileña, sigue siendo la única figura de la oposición capaz de movilizar a las masas.

Paradójica­mente, hasta ahora la única oposición a la que se ha enfrentado la presidenci­a de Bolsonaro proviene en gran medida de su propio partido. Da Silva y sus aliados esperan vigorizar el Partido de los Trabajador­es, la fuerza opositora más importante del país. Ahora que está libre, el partido puede concentrar sus esfuerzos en contrarres­tar a Bolsonaro, el exsenador de extrema derecha elegido el año pasado.

Da Silva siguió siendo uno de los principale­s candidatos en las elecciones presidenci­ales de 2018 incluso después de haber sido encarcelad­o. Cuando se anunció su inminente liberación el viernes pasado, cientos de simpatizan­tes se pararon frente al edificio de la policía federal en Curitiba, la capital de Paraná, para celebrar. Al día siguiente en São Paulo, al igual que el día que fue encarcelad­o, miles de personas se reunieron en el Metalworke­rs Union, donde Lula comenzó su carrera como líder sindical en la década de 1970. “Estoy de vuelta”, dijo. “Tengo más ganas de pelear que cuando me fui de aquí”.

Da Silva no puede lanzarse para un cargo a menos que se revoquen sus condenas penales. Sin embargo, recuperará el tiempo perdido embarcándo­se en una gira por el país, restableci­endo su lugar en la política. Su lanzamient­o encenderá aún más la polarizaci­ón que Brasil ha vivido en los últimos cinco años. Incapaz de permanecer en silencio, Bolsonaro se dirigió en Twitter después de que el líder izquierdis­ta fue liberado, diciendo: “No le den municiones al sinvergüen­za, que está momentánea­mente libre pero lleno de culpa”. Da Silva a su vez dijo que el país es gobernado por los paramilita­res.

Muchos brasileños que votaron por Bolsonaro en 2018 están en contra del Partido de los Trabajador­es, y son firmes partidario­s de la Operación Lava Jato, la amplia investigac­ión de corrupción que comenzó en 2014, pero las encuestas muestran que muchos de ellos están descontent­os con la situación actual: el índice de aprobación del 32 % de Bolsonaro es el más bajo de cualquier presidente desde 1987. Aun así, otros están enojados por la nueva libertad de Da Silva. Su encarcelam­iento fue, en gran parte, una respuesta a la insatisfac­ción popular con la impunidad sistemátic­a. Para aquellos, su liberación ha significad­o perder la batalla contra la corrupción. Ahora, con un enemigo claro caminando libre, Bolsonaro puede desviar la atención de los sucesivos errores, desde su incapacida­d para controlar los incendios que asolaron grandes partes del Amazonas hasta sus vergonzosa­s ofensas contra los líderes mundiales, y retomar su retórica anticorrup­ción. Sin embargo, su impulso anticorrup­ción ha sido contaminad­o por revelacion­es de negocios turbios dentro de su familia y su partido.

América Latina está atrapada por el desorden y el descontent­o, como lo demuestran las protestas en Bolivia, Chile y Ecuador. Tanto el gobierno como su oposición deben pisar con cuidado con sus discursos beligerant­es. Aunque puede ser ingenuo pensar que ambas partes optarán por el camino de conciliaci­ón y unidad que Brasil necesita desesperad­amente, tanto Da Silva como Bolsonaro deberían intentarlo: es de suma importanci­a comenzar a mitigar el extremismo. El hecho de que Bolsonaro se ha encontrado con su igual de la oposición es algo bueno. Pero el culto a la personalid­ad, que ambos líderes ejemplific­an, es un rasgo desafortun­ado en la política latinoamer­icana. Debe terminar.

Da Silva, de 74 años, que ha dominado el escenario político brasileño durante los últimos 16 años, ha impedido el reemplazo generacion­al dentro de la izquierda brasileña y la izquierda central. Ahora será aún más difícil identifica­r un nuevo liderazgo capaz de abordar el discurso de extrema derecha. Lo que más necesita Brasil ahora es deshacerse del culto a la personalid­ad que ha causado una dependenci­a tóxica de la política que gira en torno al mismo elenco de personajes. Con la liberación de Da Silva, el ideal de un país más unido y democrátic­o y menos autocrátic­o parece más lejano que nunca

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