Disputas de tierras que la justicia aún no logra sanar
Trece pujas marcadas por la geopolítica y el deseo de expansión de algunos países.
Con una firma el presidente de Estados Unidos, Do
nald Trump, se sumó ayer a una de las disputas territoriales que las instancias internacionales no han podido cerrar. El republicano reconoció la soberanía de su aliado, Israel, sobre territorios en Cisjordania, zona palestina en la que israelíes instalaron colonias en las últimas décadas y a la que el primer ministro, Benjamín Ne
tanyahu, promete anexionarse. Como este, hay conflictos entre países por la tierra, el mar o los recursos naturales, mediados por el deseo de expansión.
Existen un cúmulo de ellos y cada uno tiene sus particularidades: algunos mediados por guerras, otros por diferendos que pasan por instancias internacionales como la Corte Internacional de Justicia (CIJ), unos más que ya fueron resueltos por ese organismo, pero siguen dando de qué hablar y un grupo que no clasifica en ninguna de esas características, pero que están en el discurso de los gobiernos.
Solo en América, en la actualidad la CIJ lleva tres casos de esas disputas. Uno de estos es el ya conocido diferendo entre Colombia y Nicaragua por el mar territorial, en el que este último reclama 200 millas náuticas, y que se remonta a 1928, cuando los dos países firmaron el Tratado Esguerra-Bárcenas en el que se acordó que ese océano, San Andrés y Providencia pertenecían a Colombia. El litigio está a la espera de la decisión del tribunal internacional.
También en la zona centroamericana, Guatemala reclama a Belice más de 11.000 kilómetros cuadrados, en los que están islas, cayos y superficie marítima del Golfo de Honduras. Su alegato data de 1981. En ese año Belice obtuvo la independencia cuando el presidente
Jorge Serrano aceptó la soberanía y autodeterminación del nuevo país, pero no el territorio en el que se asentaría.
Ese proceso llegó en 2018 a la Corte y Guatemala tiene en curso una reclamación territorial, insular y marítima en la que sus argumentos se remontan a la época del virreinato Nueva España (1521) –que se erigió donde ahora están esos países. Belice objeta que hubo una cesión territorial en el pasado. Lo único claro es que la frontera no está definida y será potestad de la CIJ determinar qué parte de esos 11 mil kilómetros cuadrados pertenece a cada actor.
En Suramérica hay dos heridas abiertas. La primera aún está en curso ante La Haya y es una demanda de Bolivia a Chile por el uso que este país hace de las aguas que nacen en Silala, un ecosistema hídrico que comparten en el altiplano andino. Chile asevera que es un río internacional. Bolivia, por su parte, dice que este hace un uso ilegal de las aguas y que además habrían sido desviadas en 1908.
Lesiones que no se curan
No es el único pleito en el que se enfrentan esas dos partes. En octubre de 2018 la CIJ cerró un proceso en el que Bolivia pedía a Chile negociar una salida al mar; suelo que perdió en 1883, en la Guerra del Pacífico. La reclamación no estuvo acompañada de un plano señalando un espacio específico ni la dimensión del terreno que pretendía reivindicar: simplemente clamaba por abrir la puerta a que Bolivia tuviera mar.
Aunque la Corte falló a favor de Chile, el “derecho” a una salida al mar es un elemento que el ahora expresidente Evo Morales mantuvo en su discurso. Después de ese veredicto Morales revivió el tema ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y Naciones Unidas. En la Asamblea General de septiembre, reiteró que “el mar es indispensable” para el desarrollo de su país. Hoy Morales está fuera