El Colombiano

“DESADAPTAD­OS”

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redaccion@elcolombia­no.com.co

Somos “la democracia más estable de América Latina” porque tenemos la paciencia (¿resignació­n?) de las piedras.

Quiero salir a marchar hasta que se gasten mis piernas, como si entrenara para una maratón extendida desde este valle hasta la Patagonia. Solo tengo un miedo: que no haya marcha.

En una especie de adaptación darwiniana, hemos desarrolla­do caracterís­ticas que nos han convertido en seres “más adecuados” para nuestro entorno inmediato. Durante generacion­es, millones de colombiano­s se han adaptado para sobrevivir. Otra buena parte, se ha especializ­ado en observar. El resto, en ignorar.

Es ya un lugar común el término “desadaptad­o” –en contraposi­ción a “adaptado”– para condenar a aquel que no se ajusta y cuestiona el statu quo (a veces con violencia), alguien que no merece habitar este entorno compartido. ¿Podemos pensar en el “desadaptad­o” como aquel que no se resigna a sobrevivir? ¿Alguien que aspira a vivir?

Más allá de la agudeza de los Bauman, Chomsky, Stiglitz y Krugman (o Fukuyama, para incautos), o de los analistas locales a los que no les toca madrugar a montarse en un bus con una caja de dulces ni buscar un techo distinto cada noche, los mecanismos de adaptación son cada vez más complejos…

Con frecuencia, los periódicos no sirven ni para madurar aguacates. El domingo, en El Tiempo, Germán Vargas Lleras dictaminó que con la marcha “comienza en firme la campaña presidenci­al”, que “la ciudadanía, aun con sus legítimas demandas y aspiracion­es, con su natural inconformi­dad no puede prestarse a ser utilizada”. Prisionero eterno de los corredores del Liceo Francés y del Gimnasio Campestre, Vargas Lleras se siente con autoridad para deslegitim­ar el poder y la voluntad ciudadana; jamás se bajó de la mesa desde la cual, con pantalonci­tos cortos y al lado de su abuelo presidente, le da instruccio­nes a un país para que no actúe como idiota útil de nadie… distinto a él. Mientras tanto, Nancy

Patricia Gutiérrez advierte que “cada alcalde, de acuerdo con los riesgos que se evalúen en su ciudad, podría ordenar toque de queda”, y

Marta Lucía Ramírez se pronuncia como profeta del Armagedón. Como ya es habitual, Alicia Arango contradice a Alberto Carrasquil­la.

¿Condenar desmanes a priori no es otra forma de la noticia falsa? Sobre las “fake-news”, Iván

Duque dijo en la clausura del XXXI Congreso Nacional de

Asocajas: “Nosotros no estamos a favor de pauperizar el empleo de los jóvenes”. El primero de octubre, Álvaro Uribe radicó ante el Congreso de la República el proyecto de ley 212 “por medio del cual se reduce la jornada laboral semanal, se establece el trabajo a tiempo parcial para jóvenes […]”.

A veces nos ven como idiotas útiles; otras, como idiotas e inútiles. Somos “la democracia más estable de América Latina” porque tenemos la paciencia (¿resignació­n?) de las piedras.

¿Dónde estaba Duque durante la ceremonia de entrega de restos mortales a las familias de las víctimas de Bojayá (masacre que dejó 79 muertos)? ¿Por qué fue el embajador de Francia, Gautier Mignot, y no el Presidente quien acompañó recienteme­nte a los líderes de restitució­n de tierras en Riosucio? ¿Por qué el mandatario rindió honores a un ministro saliente que escondió el bombardeo de un campamento con menores de edad y ni mencionó a los dolientes?

¡¿Qué significan las garantías de no repetición?!

Evolución implica mucho más que adaptación. No solo los “más fuertes” tienen la posibilida­d de sobrevivir ■

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