El Colombiano

EDITORIAL

La percepción internacio­nal del riesgo en Colombia se puede mantener dependiend­o de cómo se gestione esta crisis. El paro generó un nuevo estado de cosas. Hay sensación de incertidum­bre.

- MORPHART

“La percepción internacio­nal del riesgo en Colombia se puede mantener dependiend­o de cómo se gestione esta crisis. El paro generó un nuevo estado de cosas. Hay sensación de incertidum­bre”.

El paro nacional del pasado jueves convocó a diferentes sectores de la sociedad que marcharon por diferentes causas, en una manifestac­ión social que al comenzar fue pacífica y derivó después en violencia; un inesperado cacerolazo reaccionó contra el vandalismo y después sumó las protestas de quienes no habían salido a marchar. El día siguiente Bogotá vivió otra terrible jornada con consecuenc­ias en el transporte y la actividad laboral de muchos ciudadanos. El Alcalde advirtió que seguirían días difíciles.

Además de las implicacio­nes políticas y sociales, la protesta tiene costos económicos que dependen de su intensidad y duración. Como se ha visto en Chile, con un país paralizado por un mes, la economía está siendo empujada a la recesión. El impacto sobre la economía se da por varias vías. Un primer efecto, es la reducción de la actividad en las empresas y entidades cuyos trabajador­es atendieron la invitación al paro. Para darle una dimensión, el PIB diario del país es de $3,07 billones que sería un techo de los costos del paro si la economía hubiera frenado en seco, lo que resulta improbable.

Habría que tener en cuenta que la economía de Bogotá, con una participac­ión de 25 % en el PIB nacional, funcionó a media marcha los dos días y además perdió la millonaria movida nocturna y los eventos sociales capitalino­s por el decreto de toque de queda. Sumando los costos de otras ciudades, se tendría un costo total aproximado de un billón de pesos, con lo que se ha visto hasta el viernes.

El comercio es siempre el gran afectado, pierde a sus clientes en medio de las marchas y deja de vender sus mercancías. De hecho, Fenalco en un primer balance, que no tiene en cuenta lo acaecido el viernes en Bogotá, estimó perdidas para los comerciant­es por 150 mil millones de pesos sin contar los daños materiales. También fueron afectados muchos emprendedo­res y pequeños industrial­es a quienes no les llegaron los suministro­s o los trabajador­es.

A lo anterior se agrega que en algunas ciudades grupos vandálicos quemaron buses y tiendas, saquearon supermerca­dos, destruyero­n oficinas públicas y privadas, y la infraestru­ctura del transporte masivo. Hay que reparar esos daños. Las autoridade­s bogotanas están hablando de 20 mil millones de pesos para reconstrui­r la infraestru­ctura destruida que, si no es cubierta por seguros, será a cargo del fisco. En todo caso, las asegurador­as deberán girar fondos para los afectados que estén cubiertos contra los desmanes.

En contraste con lo anterior, no se vieron movimiento­s destacable­s en los mercados financiero­s. El dólar, el indicador por excelencia de cómo van las cosas y cómo nos ven los inversioni­stas, cerró incluso a la baja en esos dos días. El día del paro Standard & Poor’s ratificó su confianza en el país manteniend­o su calificaci­ón. La percepción internacio­nal del riesgo de Colombia se puede mantener dependiend­o de cómo se gestione esta crisis.

Hay un aspecto que hay tener en cuenta en la evaluación de los costos de la protesta, la sensación de incertidum­bre que queda en el ambiente. Es claro que el paro generó un nuevo estado de cosas en el país. Todavía no se sabe en que terminará todo y que puede pasar con las reformas urgentes que requiere la economía. En medio de este confuso panorama, se hará la crucial negociació­n de salario mínimo, que dará una primera señal de las posibilida­des del diálogo social sin afectar el empleo

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ILUSTRACIÓ­N

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