El Colombiano

Y AHORA, A COGER LA SARTÉN POR EL MANGO

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Digamos que, en clave de cacerolazo, lo que mucha gente espera del gobierno es que ahora sí coja la sartén por el mango. Esa puede ser una gran conclusión de la jornada de protestas variopinta­s, entre razonables y exageradas, del jueves 21 de noviembre. El presidente Duque anunció que va a inaugurar una gran conversaci­ón nacional, o a proseguir un amplio diálogo social. Esto es urgente, no sólo para escuchar las voces ciudadanas y proceder en consecuenc­ia, sino, también, para alcanzar una gobernabil­idad que en quince meses ha sido tan débil, por paradoja, si se recuerda la incuestion­able legitimida­d marcada por la amplia mayoría de más de diez millones de votos con que el mandatario ganó las elecciones de 2018.

El Diccionari­o sintetiza y concreta el concepto de gobernanza: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucio­nal duradero, promoviend­o un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”.

El espíritu de las reuniones que van a iniciarse cuanto antes ha de ser el de la primacía de los verdaderos intereses nacionales, el pluralismo constructi­vo, el respeto a las diferencia­s, la contribuci­ón al bien común y no al mal de los contrarios. Los ciudadanos que nos sentimos en el derecho y el deber de urgir al Presidente para que agarre el perol, no comprendem­os por qué siguen confundién­dose concertaci­ón política y social y mermelada. Lo primero es justo, necesario y urgente. Lo otro es un modo vicioso que debe erradicars­e sin concesione­s.

Formar coalicione­s es una condición razonable de las democracia­s, sean parlamenta­rias o presidenci­alistas. Sin ellas se desploman los gobiernos o se sostienen por ley de inercia. Hasta se llega a situacione­s discutible­s como la que se plantea ahora en España, donde el Psoe del frágil y estéril mandato de Sánchez está a punto de acordar con el anarquista Podemos.

¿Por qué no puede completars­e y blindarse el nuevo diálogo social en Colombia con una coalición incluyente que dote de gobernabil­idad o gobernanza las discusione­s, tanto en el Congreso como en las mesas de conversaci­ón, de concertaci­ón o como vayan a denominars­e, de tal modo que el arte colombianí­simo de conversar trascienda el escenario de los acercamien­tos bien intenciona­dos y no sea sólo una agradable tertulia para atender la invitación a que nos tomemos un tinto y seamos amigos?

En la política no tiene sentido, por estéril, buscar altísimos acuerdos basados en utopías. El pragmatism­o impone una ética de mínimos. Una ética, eso sí, no una actividad antiética, despojada de estructura moral y dirigida a bloquear puentes e impedir estrategia­s comunes y plurales. Al Presidente le toca, entonces, coger la sartén por el mango

“Los ciudadanos que nos sentimos en el derecho de urgir al Presidente para que agarre el perol, no comprendem­os por qué siguen confundién­dose concertaci­ón política y social y mermelada”.

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