Y AHORA, A COGER LA SARTÉN POR EL MANGO
Digamos que, en clave de cacerolazo, lo que mucha gente espera del gobierno es que ahora sí coja la sartén por el mango. Esa puede ser una gran conclusión de la jornada de protestas variopintas, entre razonables y exageradas, del jueves 21 de noviembre. El presidente Duque anunció que va a inaugurar una gran conversación nacional, o a proseguir un amplio diálogo social. Esto es urgente, no sólo para escuchar las voces ciudadanas y proceder en consecuencia, sino, también, para alcanzar una gobernabilidad que en quince meses ha sido tan débil, por paradoja, si se recuerda la incuestionable legitimidad marcada por la amplia mayoría de más de diez millones de votos con que el mandatario ganó las elecciones de 2018.
El Diccionario sintetiza y concreta el concepto de gobernanza: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”.
El espíritu de las reuniones que van a iniciarse cuanto antes ha de ser el de la primacía de los verdaderos intereses nacionales, el pluralismo constructivo, el respeto a las diferencias, la contribución al bien común y no al mal de los contrarios. Los ciudadanos que nos sentimos en el derecho y el deber de urgir al Presidente para que agarre el perol, no comprendemos por qué siguen confundiéndose concertación política y social y mermelada. Lo primero es justo, necesario y urgente. Lo otro es un modo vicioso que debe erradicarse sin concesiones.
Formar coaliciones es una condición razonable de las democracias, sean parlamentarias o presidencialistas. Sin ellas se desploman los gobiernos o se sostienen por ley de inercia. Hasta se llega a situaciones discutibles como la que se plantea ahora en España, donde el Psoe del frágil y estéril mandato de Sánchez está a punto de acordar con el anarquista Podemos.
¿Por qué no puede completarse y blindarse el nuevo diálogo social en Colombia con una coalición incluyente que dote de gobernabilidad o gobernanza las discusiones, tanto en el Congreso como en las mesas de conversación, de concertación o como vayan a denominarse, de tal modo que el arte colombianísimo de conversar trascienda el escenario de los acercamientos bien intencionados y no sea sólo una agradable tertulia para atender la invitación a que nos tomemos un tinto y seamos amigos?
En la política no tiene sentido, por estéril, buscar altísimos acuerdos basados en utopías. El pragmatismo impone una ética de mínimos. Una ética, eso sí, no una actividad antiética, despojada de estructura moral y dirigida a bloquear puentes e impedir estrategias comunes y plurales. Al Presidente le toca, entonces, coger la sartén por el mango
“Los ciudadanos que nos sentimos en el derecho de urgir al Presidente para que agarre el perol, no comprendemos por qué siguen confundiéndose concertación política y social y mermelada”.