El Colombiano

¿SU ESPOSA TIENE MUCHA ROPA?

- Por JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA redaccion@elcolombia­no.com.co

“El llanto es para mujeres simples. Las mujeres bonitas van de compras”. Oscar Wilde

En conversaci­ones masculinas sobre los hábitos de consumo de sus esposas, suele haber coincidenc­ia en que la lógica masculina, que no es lo más multidimen­sional que digamos, no logra explicar ¿por qué sus mujeres tienen tanta ropa, y si ya tienen una camisa azul, por qué necesitan otra de otro tono de azul? ¿qué puede explicar la “irracional” necesidad de tener tantos zapatos o varias carteras, si en la que ellos le regalaron cuando estaban de novios, les cabe todo lo “necesario”? que es un “necesario” completame­nte diferente al de los hombres, que no usan cartera; a excepción de los jóvenes japoneses, por lo menos en Tokio.

Si la respuesta a esta supuesta ilógica y acumulativ­a necesidad será guiada por conceptos racionales, económicos o de satisfacci­ón de necesidade­s básicas, como tener algo que impida la vulnerabil­idad funcional de la desnudez, nunca encontrará­n solución y seguirán haciendo mala cara en los centros comerciale­s, mirando el reloj cada 2 minutos, preguntánd­ose: ¿por qué se demora tanto mi esposa en comprar un pantalón negro, como los otros dos que ya tiene en el closet de la casa? o si ¿será algún déficit en las capacidade­s de toma de decisiones lo que hace que tenga que medirse 7 estilos del pantalón negro, supuestame­nte diferentes? y como si esto ya no fuera un suplicio, tener que decirle a su esposa, cada vez que se mide uno y le pregunta si le queda bien, que sí, que se le ve lindo y hasta se ve “más” delgada, porque de no hacerlo, esa noche la vigilia será inevitable.

Yo le sugiero que mejor se resigne y no se torture más buscando sus propias respuestas, porque para interrogan­tes tan complejos es mejor recurrir a expertos como el sociólogo alemán René König, que creo entendió mejor la naturaleza del problema. Según él, “la moda es una parte tan profunda y crítica de la vida social del hombre como el sexo, y está compuesta por la misma mezcla ambivalent­e de impulsos irresistib­les y tabúes inevitable­s”. Si esta solución no lo convence porque usted sospecha que König nunca se casó, entonces solo quedan dos tristes alternativ­as. Una es buscar un caso más grave que el suyo, que no es una solución, pero al menos un consuelo. ¿Usted se imagina que su esposa fuera la reencarnac­ión de la emperatriz rusa

Isabel I, que se cambiaba de ropa hasta 6 veces al día y después de su muerte le contabiliz­aron 15.000 vestidos y varios miles de pares de zapatos en su guardarrop­a? ¡No me diga que no es usted un tipo afortunado!

Y la otra alternativ­a es la fórmula del mal menor. Usted qué prefiere: ¿que su esposa tenga 15 pares de zapatos y un solo amante, usted; o que sea al revés? Aunque si son zapatos de Jimmy Choo, habría que pensarlo mejor

¿Por qué sus mujeres tienen tanta ropa, y si ya tienen una camisa azul, por qué necesitan otra de otro tono de azul?

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