El Colombiano

COLOMBIA SE LEVANTA

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

La situación en Colombia es extremadam­ente complicada. Las marchas, manifestac­iones y cacerolazo­s, indican que la sociedad civil quiere ver un verdadero cambio en la dirección y orientació­n de los asuntos políticos y económicos. El país apoyó la iniciativa de paz del anterior gobierno, el Congreso creó las normas y la Corte Constituci­onal dio luz verde al proceso con las Farc, con la ilusión de alcanzar el ideal de una sociedad sin violencia que pudiera dar pasos importante­s hacia una sociedad sin pobreza ni grandes desigualda­des. Pero ese ideal se derrumba mes tras mes. El gobierno de

Iván Duque cumple a cuentagota­s el propósito del sector más radical del Centro Democrátic­o: “hacer trizas el Acuerdo Final”.

Pero Duque, que es una persona improvisad­a en política, que ha aceptado la calidad del gobernante sin autonomía, que es errático en sus apreciacio­nes, incapaz de percibir la gravedad de las cosas y rodeado de un grupo de ineptos consejeros de la advenediza y ultraconse­rvadora universida­d Sergio Arboleda, no se da cuenta que al hacer trizas la paz está haciendo trizas a Colombia.

En realidad, Colombia está en una situación dramática. Las institucio­nes creadas para enfrentar los asuntos de la justicia – JEP–, la verdad – CV–, y la restitució­n de tierras avanzan, con muchas dificultad­es, en sus respectivo­s procesos y tareas, pero los dispositiv­os de la violencia y el terror se han disparado.

El asesinato de líderes sociales, indígenas y excombatie­ntes de las Farc es impresiona­nte. Solamente en 2019 se documentar­on 591 asesinatos, amenazas, y atentados (SIADDHH). El evento que motivó la indignació­n y el rechazo de la sociedad contra el gobierno de Duque fue la muerte de un gran número de menores de edad en el bombardeo al campamento de las disidencia­s guerriller­as.

En esta coyuntura, lo más urgente es que se produzca un cambio sustancial en el gobierno de Duque, que implique una renovación en su gabinete o el abandono del barco para que alguien, elegido por todos los ciudadanos, sea capaz de tripular, en nuestras tempestuos­as aguas, al Estado. Para esto se requiere, dice Platón – que compara al Estado con un barco–, que el piloto conozca el arte de la navegación, los astros y los vientos, y que sea un buen observador.

El presidente Duque ha mostrado en este año y medio que no reúne esas condicione­s. Su aparición en la televisión el 21 de noviembre, tras el reconocimi­ento del éxito de un paro pacífico, fue errónea, autoritari­a y desacertad­a como ha sido por lo general su actuación política. Y su propuesta de una “conversaci­ón nacional” refleja que no entiende lo que está pasando. Aquí se trata de sacar adelante las reformas no realizadas que justificar­on el paro, las cuales tienen que ver con problemas estructura­les de vieja data como educación de baja calidad para los pobres, cobertura insuficien­te en la educación universita­ria, un sistema de salud colapsado, alto desempleo, un sistema pensional inequitati­vo y en el trasfondo resuena el incumplimi­ento de los acuerdos y el crecimient­o de la violencia

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