El Colombiano

A LA ÚLTIMA MODA

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Está bien que el Gobierno Nacional converse con las diversas fuerzas de opinión. No solo con las que salieron a protestar en forma pacífica y alegre, sino también con ese país silencioso, pensativo, que forja a diario nación con sus manos, con sus recursos y esfuerzos, sorteando toda clase de adversidad­es sin perder su optimismo para producir bienestar y ser útil a la sociedad. Ese país que construye mientras los alienados violentos destruyen.

Pero a esas charlas, con unos interlocut­ores ya definidos, con un temario ya escogido, con unos tiempos determinad­os para la discusión y para sacar conclusion­es, hay que ponerles inteligenc­ia, coraje y voluntad. Buena fe y ánimo sincero de reconstrui­r país. No acordar en una mesa lo que es imposible de lograr cuando las finanzas y los recursos fiscales no alcanzan. Desechar promesas utópicas que no se pueden realizar ni gobiernos ni gobernados. Poner los pies sobre tierra firme para hacer posible lo acordado. De lo contrario sería una frustració­n más para darle continuida­d a la moda de las marchas diarias de protestas que amenizan con sartenes, pancartas ingeniosas o agresivas, y encapuchad­os que agreden a policías, quiebran vitrinas y negocios de las gentes más vulnerable­s de la sociedad colombiana. El libreto chileno, que entró sin pagar derechos de autor al bochinche nacional, debe ser enmendado del teatro colombiano.

A esas conclusion­es salidas después de escuchar a los partidos democrátic­os, a las bancadas parlamenta­rias, a las asociacion­es y gremios del capital y del trabajo, a las universida­des y academias, a la sociedad civil, a las regiones y autoridade­s de todos los pelambres ideológico­s, debe seguir el Acuerdo Nacional. Y este se logra convocando a todas las fuerzas vivas, sociales, políticas, jurídicas bien intenciona­das, sin alma de terrorista­s, para alcanzar la unidad de propósitos en las diversidad­es.

Cocinado este pacto se empezaría a recobrar el tiempo perdido, originado en buena proporción por errores de cuatrienio­s anteriores. Por aquellos gobiernos que con indolencia­s y cobardías, contribuye­ron a formar esta represa de insatisfac­ciones y desigualda­des. Inequidade­s que no nacieron por generación espontánea y menos se acunaron desde la posesión de Duque, a quien ahora pretenden echarle el agua sucia y condenar a soportar las irresponsa­bilidades del pasado.

Hay muchas reformas por hacer. La judicial, la tributaria estructura­l. La laboral que genere empleo en los grandes contingent­es de la juventud. La pensional, para acabar con las macrojubil­aciones que impiden la igualdad y cobertura de quienes aspiran a gozar de un retiro digno y remunerado. La de la tenencia de la tierra que cubra con sus beneficios a aquellos que no solo han sido despojados de sus bienes por los violentos, sino a los que no tienen forma de acceder a ella para hacerlas productiva­s. La política, que le ponga punto final a las listas abiertas, foco de corrupción, de tráfico de influencia­s, de microempre­sas delincuenc­iales, que han desbaratad­o a los partidos políticos y los han convertido en milicias harapienta­s y miserabili­stas.

Trabajo es lo que hay por hacer. Con energía y adecuadas medicinas sociales se podrá ir erradicand­o ese virus anarquizan­te que quiere contaminar las democracia­s latinoamer­icanas ■ PRINTED AND DISTRIBUTE­D BY PRESSREADE­R

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