El Colombiano

DEDÍQUENSE A JUGAR Y CALLAR

- Por SAMUEL VÁSQUEZ RIVAS Universida­d Pontificia Bolivarian­a. C. social-periodismo, 5o. semestre, svasquezri­vas95@gmail.com

Hay que celebrar las victorias propias y no las derrotas de los demás; no puede haber una burla hacia otro, cuando estamos en condicione­s parejas.

Si los futboleros, futbolista­s, periodista­s y directivos quieren que el fútbol colombiano sea estandarte en el continente y reconocido a nivel mundial, más allá de brillar por la alegría y la técnica, el aguante y la pasión, el factor que debe primar desde la formación hasta los más veteranos en la cancha es el profesiona­lismo y los valores humanos, esos que han brillado por su ausencia en la última Liga Águila. Y si es necesario felicitar a las barras bravas por su buen comportami­ento de los últimos meses, es menester también, hacerle un reclamo a esos futbolista­s que se quieren pasar de vivos cuando entran a jugar, esos que hablan y hablan y sacan ventaja por lo pícaros que resultan ser, yendo en contra de un verdadero fair play.

Es increíble que se admire a un jugador por ser canchero, por ganarle de lengua a otro y por ganar un partido sin jugar al fútbol. Ya lo vemos con Teófilo

Gutiérrez, con Alexis Henríquez y con una cantidad inimaginab­le que son ídolos en sus equipos, pero odiados por el resto del país, simplement­e por irrespetar y mandar a callar. Claro está, no se le puede pedir mucho a un colombiano, que ha estado inmerso en una cultura del más avispado y del superior frente a los extraños. Tampoco es de culpar a un hincha, que se siente identifica­do por los comportami­entos de sus referentes, incluso teniendo poquito carisma como personas.

El Fútbol Profesiona­l Colombiano está marcado por la mediocrida­d y el conformism­o, celebrando un empate en 1990 y un partido de cuartos de final de una Copa Mundial como los mejores momentos de nuestra historia. Los jugadores, lastimosam­ente, también se conforman con sacarle ventaja al otro y jugarse partidos del que más insulte y el que más saque trapitos al sol. Hay que celebrar las victorias propias y no las derrotas de los demás; no puede haber una burla hacia otro, cuando estamos en condicione­s parejas; el que gana es el que goza, y el que pierde, que siga intentando, pero jugando al fútbol muchachos, no jugando al palabreo y a la picardía. Claramente, títulos hay, pero hay que revisar el mérito de su consecució­n; no es lo mismo ganar una copa jugando y luchando, que ganarla haciendo trampa y buscándole la caída al otro. Aprendamos una vez más del fútbol europeo

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