DEDÍQUENSE A JUGAR Y CALLAR
Hay que celebrar las victorias propias y no las derrotas de los demás; no puede haber una burla hacia otro, cuando estamos en condiciones parejas.
Si los futboleros, futbolistas, periodistas y directivos quieren que el fútbol colombiano sea estandarte en el continente y reconocido a nivel mundial, más allá de brillar por la alegría y la técnica, el aguante y la pasión, el factor que debe primar desde la formación hasta los más veteranos en la cancha es el profesionalismo y los valores humanos, esos que han brillado por su ausencia en la última Liga Águila. Y si es necesario felicitar a las barras bravas por su buen comportamiento de los últimos meses, es menester también, hacerle un reclamo a esos futbolistas que se quieren pasar de vivos cuando entran a jugar, esos que hablan y hablan y sacan ventaja por lo pícaros que resultan ser, yendo en contra de un verdadero fair play.
Es increíble que se admire a un jugador por ser canchero, por ganarle de lengua a otro y por ganar un partido sin jugar al fútbol. Ya lo vemos con Teófilo
Gutiérrez, con Alexis Henríquez y con una cantidad inimaginable que son ídolos en sus equipos, pero odiados por el resto del país, simplemente por irrespetar y mandar a callar. Claro está, no se le puede pedir mucho a un colombiano, que ha estado inmerso en una cultura del más avispado y del superior frente a los extraños. Tampoco es de culpar a un hincha, que se siente identificado por los comportamientos de sus referentes, incluso teniendo poquito carisma como personas.
El Fútbol Profesional Colombiano está marcado por la mediocridad y el conformismo, celebrando un empate en 1990 y un partido de cuartos de final de una Copa Mundial como los mejores momentos de nuestra historia. Los jugadores, lastimosamente, también se conforman con sacarle ventaja al otro y jugarse partidos del que más insulte y el que más saque trapitos al sol. Hay que celebrar las victorias propias y no las derrotas de los demás; no puede haber una burla hacia otro, cuando estamos en condiciones parejas; el que gana es el que goza, y el que pierde, que siga intentando, pero jugando al fútbol muchachos, no jugando al palabreo y a la picardía. Claramente, títulos hay, pero hay que revisar el mérito de su consecución; no es lo mismo ganar una copa jugando y luchando, que ganarla haciendo trampa y buscándole la caída al otro. Aprendamos una vez más del fútbol europeo