El Colombiano

AL FINAL DEL ARCOÍRIS está el Niño e Medellín

J Balvin cierra en casa un año lleno de éxitos. Habló de su vida, de su postura política frente al país, de su ciudad. De música.

- Por JAIME HORACIO ARANGO D.

Jose, como le gusta que lo llamen, este año recorrió más de 40 países, fue la estrella de festivales como Lollapaloo­za, en Illinois, y Coachella, en California, alzó premios en los Grammy, los American Music Awards y los Billboard. Llenó escenarios en Barcelona, Londres, Ibiza, Milán, París y Tel Aviv y, sin embargo, nada se compara a lo que va a vivir el sábado: pararse en un escenario en Medellín, frente a su familia y amigos, y unas 40.000 personas coreando “mi música no discrimina a nadie así que vamos a romper”. En dos días, dice él, cumplirá el sueño más grande de su vida: un concierto gigante en casa.

“Es una graduación: llenar el estadio siendo un artista local. Yo no me comí ese cuento de que nadie es profeta en su tierra, porque me parecería muy triste uno viajar por el mundo y llegar a su casa y que no haya amor, eso no tiene sentido”, comenta mientras se toma un café descafeina­do, justo antes de comenzar una sesión de fotos para Guess. Ese cuento del profeta, precisa, se lo inventó “un man que no luchó lo suficiente para que le copiaran en su tierra”.

Al sitio elegido, en Sabaneta, al sur del

Valle de Aburrá, llegó sobre el mediodía del martes vestido con pantalón, camisa y gorro morado. Un solo tono de pies a cabeza. Tras los saludos con el equipo de producción y algunas fotos con los empleados del lugar, se retiró a un cuarto, y a los 15 minutos tenía un look diferente: como si el arco iris hubiese salido con él. Colorido, de pantalón corto y sin lentes oscuros. Listo para las fotos.

Monedita de oro

Al hablar del Niño e Medellín, el título que identifica el recital del sábado, recuerda que una amiga le dice así desde hace mu

cho tiempo, porque “todo el mundo te quiere – me dice ella– como pasa con los niños”. Hace una pausa, se toma un par de segundos para retomar la charla y anotar que él no es monedita de oro para gustarle a todo el mundo, que así como hay personas que lo quieren hay otros que no, que están a los que les gusta su música y a los que no, “pero nunca podrán decir que no trabajo. Lo único que he hecho es dar buen ejemplo. Si te caigo mal es otra cosa, de cada 12 hay un Judas, eso es normal, a mi también hay gente que me cae mal, pero eso no significa que se las vaya a montar todo el tiempo y atacar simplement­e porque sí”. En entrevista­s pasadas ha repetido que su carrera apenas va en el 0.01 por ciento. Hoy, después de todo lo logrado en 2019, de sus conquistas y reconocimi­entos, apunta que ya llegó al 1 por ciento. Es consciente de que le faltan muchas barreras por superar, que quiere romper la historia, empezando con el concierto de este sábado. “Si uno vive del pasado, el ego no lo dejaría ni caminar, eso no permite que uno se esté reinventad­o o que los sueños sean cada vez más grandes, siempre que alcanzo una meta agradezco y de inmediato busco lo que sigue, no me quedo pegado ni en lo bueno ni en lo malo”. Pide otro café, el otro se enfrió.

El político

En sus cuentas de redes sociales, entre Twitter e Instagram, suma más de 40 millones de seguidores: en la primera 6.684.476, en la segunda 34.684.769, hasta ayer a las 4: 00 p.m. Solo la imagen que montó el lunes en la red de la cámara tomando café en la Comuna 13, rodeado de seguidores, suma 638.293 likes y 5.790 comentario­s. Sus fotos y opiniones no pasan desapercib­idos.

El músico, que antes de consolidar su carrera en el reguetón tuvo una banda de rock y luego pasó por el Hip Hop y el rap, es consciente de la responsabi­lidad que tiene ante su público. Por supuesto, hay presión, día a día. “Uno aprende a manejarlo, no quiere decir que lo haga completame­nte, porque cada vez hay unas diferentes, hoy tengo más inteligenc­ia emocional que antes, más callo, por decirlo así”.

Y estos días han sido así. El sábado pasado, tras una declaració­n en un concierto en México sobre la situación del país, el paro y las movilizaci­ones sociales, se generaron críticas. Dijo que él no era de izquierda ni de derecha, que era un hombre derecho, que no era el presidente de Colombia.

“Si hablas no les va gustar, si no hablas tampoco les va a gustar, desde lejos es muy fácil criticar. Es frustrante porque muchas de esas personas que me atacan no saben por qué lo hacen, simplement­e, porque hay una vibra rara, no solo conmigo, sino con muchos, pero conmigo la cogieron fuerte. Lo único que he hecho es trabajar, dar ejemplo y crear país”.

Balvin apunta que como personaje público, hay temas que no se deben tocar, una idea que unos compartirá­n y otros no. A la vez que hace una invitación a luchar por las metas, a ser buenas personas. Sus expresione­s no se quedan en eso e insiste en que opine o no, siempre habrá reacciones negativas.

“Estamos tan mal de dirigentes que los reguetoner­os, que eran los que la gente odiaba, ahora somos la voz del pueblo para decidir que va y que no. Eso es doble moral, más tibios ellos. No soy de izquierda ni de derecha, yo no vine al mundo a eso, decirlo es dividir. Es muy doloroso ver todo lo que está pasando, no me gusta para nada. La muerte de este niño en Bogotá me parece terrible, al igual que todo lo que atente contra los seres humanos. Debo ser muy inteligent­e en lo que digo, porque puedo tocar a muchas personas y polarizar muchas posiciones. Un comentario mío frente a una situación puede hacer que muchos jóvenes tomen un camino, que posiblemen­te no es el que quieren, pero lo van a hacer porque yo dije. La idea es que abran los ojos y vean lo que quieren”.

Se cuestiona la manera en la que no solo lo critican, sino cómo lo hacen con otros artistas. Toca el caso de Juanes, del que destaca su aporte social a través de la Fundación Mi Sangre y los conciertos Paz en la Frontera. “Si lo atacan a él que tantas cosas a hecho por el país...”.

De vuelta a casa

Para 2020 tendrá un nuevo álbum, el sexto en su carrera, desde que en 2009 presentó Real. Después vinieron El Negocio (2011), La Familia (2013),

Energía (2016) y Vibras (2018). En su memoria no tiene la cifra exacta de cuántas canciones suma, pero precisa que son más de cien “con toda seguridad”.

En su casa, en su carro, en sus tiempos libres escucha reguetón, está conectado permanente­mente con la novedades del movimiento.

No tiene respuesta al interrogan­te de cuál es la mejor canción de este 2019, solo anota que todo depende del contexto, si es para fiesta o para relajarse, “pero nadie adivinaría que la que más me gusta es Gracias a la vida”, la misma que interpreta la argentina Mercedes Sosa.

No le gusta ponerle etiquetas a la música, por eso pasa fácilmente de Facundo Cabral a Los cuentos de la cripta, todo porque “la música es tolerancia y nuestro fin es entretener y no complicar la vida”.

El Cantante, el emblemátic­o tema de Héctor Lavoe, marcó su infancia, cada vez que la escucha lo remite a esos años de jugar en las calles y creerse artista. Diciembre le suena a “Las campanas de la iglesia están sonando...”, al igual que a pólvora y guaro.

Este año estuvo bastante alejado de su Medellín natal, tanto así que pasó hasta seis meses sin poder venir a la ciudad, por todos los compromiso­s que tenía por Europa, América y Asia.

“Voy a estar más tiempo en Medellín, es una decisión, voy a estar todo el rato acá y voy a salir a lo que haya que hacer. Siento que la gente ha sido muy especial conmigo, esta es mi casa, acá me quedo. Hubo un proceso que me obligó a estar mucho tiempo por fuera, para posicionar mi nombre, pero ahora lo puedo hacer desde acá, quiero volver a lo importante, a mi esencia, a lo que me hace feliz”.

A dos días del concierto en el Atanasio Girardot, José Álvaro Osorio Balvin no oculta el estrés y los nervios. Tiene la voz ronca, dice que está muerto del susto. Esa sensación no tiene comparació­n: va a cumplir el sueño de su vida, repite

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FOTO EDWIN BUSTAMANTE

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