El Colombiano

POR QUÉ EL MUNDO ESTÁ EN LLAMAS

- Por JORGE GALINDO @jorgegalin­do

El titular de esta columna se responde a sí mismo. Chile, Hong Kong, Puerto Rico, Líbano, Colombia... Es tentador poner en paralelo protestas con raíces y contextos distintos pero etiquetas similares (“corrupción”, “desigualda­d”, “democracia”). Los medios obtienen de ello una historia espectacul­ar y llamativa aunque esté forzada. Pero si este tipo de titulares es efectivo es porque la audiencia compra con gusto la idea que venden: para asustarse, o para decir “nosotros también podemos”.

Los motivos que nos sacan a protestar tienen normalment­e dos orígenes complement­arios. A las razones concretas de movilizaci­ón política se le suma la aspiración a participar de un hecho colectivo. No nos equivoquem­os: un selfie en una manifestac­ión en las calles de Santiago de Chile o de Beirut no es un acto de frivolidad, sino una manera de sentirse parte de algo. Sin esa aspiración comunitari­a no hay contagio en la movilizaci­ón.

El politólogo Mancur Olson ya enunció en su día esta ley básica: para que una protesta tenga éxito de convocator­ia debe ser visible para todos los otros que van a participar en ella. Es más factible cumplir con esta condición en un contexto de máxima conectivid­ad, guerras de titulares como el que ocupa esta página, y falta de legitimida­d de las institucio­nes tradiciona­les. Pero antes, cuando las barreras para ponerse en marcha eran mayores, quienes lo conseguían tendían a conservar las plataforma­s movilizada­s como un tesoro. Ahora, la misma facilidad de convocator­ia inicial encierra el riesgo de minusvalor­ar la necesidad de permanenci­a.

Las nuevas formas de movilizaci­ón tratan de cerrar esta brecha entre el nostálgico “yo estuve allí” y el imperecede­ro “estamos aquí”. La receta básica no ha cambiado: escoger objetivos que mantengan un equilibrio básico entre especifici­dad e identifica­ción de demandas sociales, de manera que se construya en torno a ellos un grupo lo suficiente­mente nutrido y cohesionad­o. Lo que no acaba de quedar claro es cómo hacerlo cuando uno puede conectarse con mucha más facilidad y velocidad a una comunidad identitari­a sin necesidad de pasar por los costes de la movilizaci­ón de largo aliento. Porque el mismo catalizado­r inmediato de la protesta puede terminar por sustituirl­a hasta volverla inocua en el largo plazo. No vaya a ser que lo que está en llamas no es el mundo, no son las calles, sino simplement­e nuestro

Un selfie en una manifestac­ión en las calles de Santiago de Chile o de Beirut no es un acto de frivolidad, sino una manera de sentirse parte de algo. Sin esa aspiración comunitari­a no hay contagio en la movilizaci­ón.

A las razones concretas de movilizaci­ón política se le suma la aspiración a participar de un hecho colectivo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia