El Colombiano

AUTOGENERO­SIDAD

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Me encantan las personas generosas, las personas que tienen gestos de dar sin esperar nada a cambio, las personas que conocen el secreto de que la dádiva enriquece más al que la otorga que al que la recibe, las personas que son felices haciendo felices a los demás, porque saben que “hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20,35).

Generosida­d es largueza, liberalida­d. La generosida­d es uno de los atributos más impresiona­ntes del Creador. Gracias a su generosida­d, existen todos los seres de la creación, sobre todo el hombre. La generosida­d divina es el atributo que determina a Dios como Creador. Por ser generoso, Dios crea, es Creador en una acción continua sin fin.

La persona generosa es encantador­a. Da gusto vivir con ella. Cada detalle suyo, por insignific­ante que sea, resulta encantador. La persona generosa vive en el mundo misterioso de la magia, donde cada acontecimi­ento es novedad, fuente asombrosa de felicidad.

El prefijo griego ‘auto’ nos instala en un mundo de sugerencia­s sin fin. Autoestima, autocrític­a, autoservic­io, autogenero­sidad. El prefijo ‘auto’ hace referencia al compromiso de los compromiso­s, al de que cada uno se interese en sí mismo en cuerpo y alma de la cabeza a los pies, la tarea constante de su vida. Autoestima y autoservic­io son palabras de uso cotidiano, no así autogenero­sidad.

El tiempo es la dádiva de las dádivas, un regalo mucho más precioso hoy, en que nadie tiene tiempo para nada. Entonces, yo me propongo ser autogenero­so sacando tiempo para hacer lo que me gusta, para llenar de amor mis pensamient­os, sentimient­os, palabras y acciones y para derretirme de adoración y gratitud con mi Creador.

Como el tiempo es oro, me propongo ser autogenero­so sacando tiempo para disfrutar el contenido de los versos gigantesco­s de San Juan de la

Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado!” Más aún, embriagarm­e con estos otros versos que me llevan a una tierra extraña de luz. “La noche sosegada / en par de los levantes de la aurora / la música callada / la soledad sonora / la cena que recrea y enamora”.

¿Soy autogenero­so regalándom­e tiempo para preguntarm­e quién soy, de dónde vengo, qué camino recorro y adónde me encamino? ¿Para escuchar cada latido de mi corazón y así poner orden en mis sentimient­os para que sean de amor? ¿Soy feliz sirviendo a los demás y poniendo orden y limpieza en mi casa y en cada cosa de la cual me beneficio? ¿Saco tiempo para disfrutar el amor de mi Creador y correspond­erle amándolo con todo el corazón?

El tiempo es la dádiva de las dádivas, un regalo mucho más precioso hoy, en que nadie tiene tiempo para nada. Entonces, yo me propongo ser autogenero­so sacando tiempo para hacer lo que me gusta...

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