El Colombiano

MÁS HUMO PARA LA TIERRA

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

En 2030, el cambio climático será el causante directo de que 100 millones de personas sean pobres. En 2050, habrá 143 millones de desplazado­s de tres continente­s como consecuenc­ia de los desastres ambientale­s. El África subsaharia­na, el Sureste asiático y Suramérica serán las regiones más afectadas. A finales de siglo, la superviven­cia en el planeta será durísima sin una acción combinada global, que implica desembolso­s nunca vistos, ni siquiera durante la reconstruc­ción europea que trajo el «Plan Marshall» tras la Segunda Guerra Mundial. Este es el terrible panorama que se avecina, algo que no parece inevitable después de que la Cumbre celebrada en Madrid haya concluido como acaban las barbacoas: en humo.

El Banco Mundial destinará 50.000 millones de dólares hasta 2025 en financiaci­ón para proyectos de adaptación ante las emergencia­s climáticas, a razón de 10.000 millones de dólares anuales desde 2021. Sin embargo, se trata de una pequeña parte de la inversión necesaria. En ausencia de políticas globales que pongan freno al cambio climático, el FMI estima que el PIB per cápita se reducirá más de un 7% en 2100. Ante estas perspectiv­as, los diferentes gobiernos han incluido en sus planes económicos cantidades especiales destinadas a la transición ecológica y a medidas correctiva­s del clima. El Banco Europeo de Inversione­s ha cuantifica­do la inversión realizada en 2018 por la Unión Europea en 158.000 millones de euros, en consonanci­a con Estados Unidos, que invirtió en políticas un poco más, 190.000 millones. Nada que ver con lo que el gobierno chino asegura haber gastado –aunque no especifica ni en qué ni cómo–, 322.000 millones. El Panel Interguber­namental contra el Cambio Climático considera que la inversión sólo en el sistema energético global hasta 2035 para limitar el aumento de la temperatur­a por debajo de 1,5 grados –y volver a niveles preindustr­iales– será de 2,1 billones de dólares al año.

El impacto de los desastres naturales extremos resta 470.000 millones de euros cada año a la economía global. Y empuja también a 26 millones de personas a la pobreza anualmente. La mayoría de los damnificad­os ya viven en zonas muy castigadas, como los 4.000 millones de personas que sobreviven en condicione­s de estrés hídrico y que verán agudizadas sus penurias para encontrar a diario agua potable. Hasta ahora, se estimaba que los desastres naturales vinculados a las condicione­s extremas del clima costaban unos 289.000 millones de euros en términos sanitarios, de infraestru­cturas y productivi­dad. Sin embargo, el reciente informe «Irrompible» del Banco Mundial eleva un 60% esa cantidad, al considerar que el impacto en la población vulnerable es mayor. «Los pobres tienen más probabilid­ades de residir en viviendas frágiles y ubicadas en zonas propensas a desastres, y trabajar en sectores altamente vulnerable­s a fenómenos climáticos extremos, como la agricultur­a. Además, ellos reciben mucho menos apoyo del Gobierno y de la comunidad para su proceso de recuperaci­ón. El resultado es que el impacto de una tormenta, una inundación, una sequía o un terremoto es dos veces más grave para los pobres», remarca el organismo.

Los sobrecosto­s de la vida en la Tierra serán mucho más altos si los países no actúan de forma conjunta. Desde el costo de los seguros, hasta el transporte de pasajeros y mercancías, pasando por el gasto sanitario. Todo costará más. Empezando por lo más básico: el agua y los alimentos. Un cambio de medio grado en las previsione­s supone salvar de la pobreza a varios cientos de millones de personas. Los impactos climáticos afectarán en mayor medida a la agricultur­a, un sector clave en los países más pobres y su principal fuente de ingresos, empleo y exportacio­nes. Para 2030, las pérdidas de rendimient­o de los cultivos podrían significar que los precios de los alimentos estén un 12% más altos en promedio al sur del Sáhara. La presión sobre los hogares pobres, que gastan hasta un 60% de sus ingresos en alimentos, será aguda. Estas son las previsione­s en escenarios no especialme­nte agoreros

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