El Colombiano

A LOS POLICÍAS

- Por ANACRISTIN­A ARISTIZÁBA­L URIBE anacauribe@gmail.com

Caballeros: es preocupant­e ver cómo, desde los acontecimi­entos de noviembre, algunas personas los están viendo con miedo. Ganarse el respeto o generar miedo, son dos cosas diferentes. Ustedes tienen que ser los mejor preparados para estos tiempos difíciles. No pueden perder de vista que hay una enorme diferencia entre vándalo destructor (deténganlo) y persona gritona, vociferant­e o cantante de protestas pacíficas (que se desahogue). Ustedes tienen que ser más fuertes que los que quieren desprestig­iarlos, para no dejarse tentar por la superiorid­ad del uniforme. El bastón de mando, los gases o la retención no son proporcion­ales contra protestant­es pacíficos. En una democracia la ciudadanía puede tener mil celulares grabando sus procedimie­ntos, pues las actuacione­s de ustedes son públicas, ¿por qué temer a los celulares si ustedes actúan con justicia y equilibrio? Pero no es eso lo que debe llevarlos a efectuar procedimie­ntos equilibrad­os y justos, sino el amor y la responsabi­lidad en el cumplimien­to del deber de acuerdo con la ley y las normas, aunque nadie los vea o los grabe.

No olviden que son funcionari­os que, en esos momentos, no solo tienen como objetivo salvaguard­ar los bienes ajenos del vandalismo, sino también evitar el daño físico y emocional de las personas; mucho menos, causarlo alguno de ustedes. Los cantos, arengas, coreografí­as o bailes de la multitud no son un peligro social. En esos momentos de gritería en la calle, cuando ustedes están ahí de cuerpo presente, son ustedes los que mejor pueden actuar con equilibrio y justicia, después de analizar y entender la situación.

Ustedes son completame­nte necesarios en un país que, como el nuestro, vive en medio de criminales y bandidos. El contrato es que ustedes, en representa­ción del Estado, tienen el monopolio de las armas y de la fuerza para que las usen con tino e inteligenc­ia, no de forma indiscrimi­nada contra ciudadanos que protestan de manera pacífica, tratándolo­s como vándalos. No se les olvide: una cosa son los vándalos destructor­es y otra cosa los manifestan­tes pacíficos o gritones, que no por ello son bandidos o criminales.

Sería muy bueno que, después de este tiempo, muchos niños de Colombia vuelvan a decir, como antaño, que quieren ser policías cuando grandes. Esperamos que estas nuevas y jóvenes generacion­es vean en ustedes ejemplo de sobriedad, equilibrio, mesura y sensatez

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