El Colombiano

REFLEXIONE­S DE CIERRE

- Por MICHAEL REED H. @mreedhurta­do

Acepté a finales de mayo de 2009 una invitación de los directivos de EL COLOMBIANO a colaborar con una columna regular. Desde ese momento, he compartido con ustedes, cada 15 días, mis opiniones: en total, fueron casi 300 entregas. Escribirla­s fue una tarea sorprenden­te, a veces difícil pero siempre llena de gratificac­ión.

El ejercicio de plasmar por escrito y publicar lo que uno piensa durante un tiempo extendido produce una huella imborrable que genera exposición y deja testimonio, facilitand­o (sin igual) una valoración de la consistenc­ia y la coherencia del pensamient­o propio. Una cosa es lo que uno cree que pensaba hace un año o hace 10 años, y otra cosa es lo que queda plasmado en un escrito suscinto de aproximada­mente 560 palabras que no se puede alterar.

Columna tras columna, mes tras mes, año tras año construí un registro que confronta, reflejando un balance entre la permanenci­a y el cambio. No los aburro con un proceso personalís­imo; sencillame­nte, quiero enfatizar que este oficio de escribir y compartir lo que uno piensa está lleno de crecimient­o personal y, por lo tanto, extiendo mi gratitud al periódico y a sus lectores.

Durante mi contribuci­ón al diario, procuré utilizar el conocimien­to académico para interpreta­r eventos o fenómenos que marcan la realidad colombiana. La selección de esos temas estuvo definida por mis intereses profesiona­les y por las salvajes situacione­s que califican nuestra realidad. De la revisión de lo escrito, derivo unas breves reflexione­s de cierre (algo desconsola­doras):

Muchos de los problemas que demandaban atención hace 10 años, como por ejemplo el estado de las prisiones colombiana­s, la ausencia o la debilidad del Estado en la zonas rurales y urbanas marginales colombiana­s, o la protección debida a las personas que han sufrido la violencia estatal y guerriller­a, siguen requiriend­o urgente respuesta. La desidia estatal ha sido una constante.

Otro eje problemáti­co (igual de constante) se deriva de la negación (casi total) de que el ejercicio del poder estatal puede ser arbitrario y de que la violencia ejercida por funcionari­os públicos no siempre está justificad­a. La arbitrarie­dad del ejercicio del poder público en Colombia es frecuente y en algunos casos extrema, aunque no se quiera confrontar.

A lo largo de estos diez años llamé la atención sobre múltiples fenómenos que demandan atención, por ejemplo: la complicida­d de organizaci­ones estatales con grupos paramilita­res, la ejecución de miles de personas por parte del Ejército colombiano para engrosar los resultados operaciona­les, el uso desproporc­ionado y sin control de la fuerza por parte de la policía, o el uso de la justicia penal militar como mecanismo de encubrimie­nto y protección de los responsabl­es de violacione­s de derechos humanos. El abuso del poder estatal ha variado en grado pero no en esencia; su negación une el ejercicio del poder con la criminalid­ad.

Hoy me despido, por decisión propia, de EL COLOMBIANO y de mis lectores. Soy consciente de que mi punto de vista, a menudo, ha sido divergente al sostenido por otros en estas páginas; sin embargo, mi posición siempre fue respetada.

Agradezco a todas las personas que hicieron posible mi colaboraci­ón y a todos los lectores que, coincidien­do o disintiend­o, leyeron con respeto mis contribuci­ones. Espero haber aportado a la comprensió­n de algunos de los problemas que afectan a nuestra sociedad. Los dejo después de una década de recorrido, repleta de aprendizaj­es. ¡Gracias a todas y todos!

Nota de la Dirección: Agredecemo­s muy sinceramen­te al columnista Michael Reed, quien deja su espacio por decisión propia, la dedicación en la preparació­n y estudio de sus columnas, así como por el rigor y la seriedad que en cada una de ellas demostró para proponer sus argumentos. Le deseamos muchos éxitos en los nuevos retos profesiona­les que emprende a partir de ahora.

Columna tras columna, mes tras mes, año tras año construí un registro que confronta, reflejando un balance entre la permanenci­a y el cambio. A lo largo de estos diez años llamé la atención sobre múltiples fenómenos que demandan atención.

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