El Colombiano

Derribaron mitos por sus derechos

Iniciamos un recorrido por el balompié femenino de Antioquia. Margarita Martínez, pionera, retrata la historia.

- Por WILSON DÍAZ SÁNCHEZ

Tener que abandonar la cancha cuando los hombres llegaban a jugar. Salir corriendo porque, en pleno partido, las vacas invadían el terreno. Soportar insultos de la gente que las llamaba “marimachas”, o simplement­e por practicar un deporte que se creía solo para varones. Esquivar la discrimina­ción, pues las señoras del barrio no veían con buenos ojos que, en vez de muñecas, los papás les regalaran balones y uniformes como traídos del Niños Dios.

Así relatan las forjadoras del fútbol femenino antioqueño las dificultad­es que debieron enfrentar en sus inicios, hace casi 30 años, y que hoy se mantienen firmes en su lucha, levantando su voz para reclamar un espacio que les pertenece y que, aún, no logran consolidar a pesar de sus méritos deportivos.

Margarita Martínez, a quien los protagonis­tas de este deporte en la región llaman “la verdadera pionera” del balompié femenino, mira el pasado y sonríe. Sabe que aunque hay mucho por lograr, las batallas de todos estos años ya han dado frutos.

Contar la historia de esta mujer de 60 años –dice que su condición de gerontólog­a desterró en ella la vergüenza de esconder la edad– es como retratar la evolución de esta actividad en Antioquia.

Todavía vigente como entrenador­a y con mucha energía por ofrecer, cuenta que fue una habilidosa mediocampi­sta. Las compañeras recuerdan que una vez esta mujer rubia y de tez blanca se tiñó su frondosa cabellera, y los aficionado­s decían que era idéntica al lateral argentino Alberto Tarantini, una anécdota que le despierta una carcajada.

En ese entonces ella jugaba en Danza Azul, un equipo que fue famoso en La Floresta y que patrocinab­a el médico Rubén Sánchez.

En los predios de Everfit (la 65), Castilla, Doce de Octubre, La Tablaza, Envigado, Sabaneta, Caldas, Rionegro, Itagüí, Alejandro Echavarría, la Marte 3, el Playón de los Comuneros, entre otros lugares a donde la gente acudía en buen número a presenciar las habilidade­s de esas mujeres vestidas de futbolista­s, también exhibió su talento.

“Iban muchas personas a vernos, pero no nos valoraban... La lucha ha sido dura porque son pocos los dolientes del fútbol femenino; hemos padecido muchos señalamien­tos”, dice, con tristeza, quien en su juventud practicó balonmano y voleibol.

Pero reconoce que esa mala fama de los comienzos era culpa de ellas, pues entre sus colegas “muchas tomaban trago después de los partidos. Yo sí salía volada para la casa, pero otras se quedaban y había indiscipli­na”.

Margarita, con voz pausada, expresa que ella fue una niña privilegia­da, así como les sucedió a Luz Estela Zapata y Liliana Zapata, otras dos referentes de la época, porque encontraro­n apoyo de algunos miembros de la familia.

La Profe, o Márgara –así la llaman sus amigos cercanos– relata que en su hogar nunca encontró barreras para practicar fútbol. “Solo unos vecinos me trataban mal cuando me veían jugando con hombres en el barrio La América, cerca de El Danubio, donde crecí”.

El paso del tiempo

Sus actuacione­s, como las de muchas paisas que, aferradas a sus conviccion­es, desafiaron las críticas y cambiaron paradigmas, quedaron en las anécdotas de los torneos barriales y en los partidos amistosos de los fines de semana en los 80.

De los equipos que más recuerda está Masajes Apolo, patrocinad­o por Hernando Hernández, un mensajista al que le faltaban las dos piernas. Y Bodegas El Cid, orientado por el cantante Tony del Mar.

Cuando empezaron los 90, la Liga Antioqueña de Fútbol, después de muchos ruegos, abrió un espacio para un campeonato femenino, que representó el despegue definitivo de “esta revolución”.

Martínez estaba de salida como jugadora y “la picó el bicho” de la dirección técnica. Armó sus equipos y, con la Escuela Metropolit­ana, Envigado y Papas Margarita reinó por varios años. Con orgullo señala que ganó 14 títulos.

Esos logros hicieron que el dirigente Arturo Bustamante ( q. e. p. d.) le echara el

ojo y en 1993 le entregó la Selección Antioquia para ir al Campeonato Nacional. En la primera edición del certamen organizado por la Difútbol, en 1991, el conjunto orientado por Marta Restrepo y Tony del Mar había fracasado ante Valle y al año siguiente, cuenta La Profe, no viajó a Granada, Meta, por falta de presupuest­o.

“Me dieron muchas tareas en la Liga y junto a Óscar López ( coordinado­r deportivo q. e. p. d.), dirigíamos todo lo que fuera de las mujeres”. Esa confianza le alcanzó para enrutar a sus jugadoras a ganar el Nacional en 1995, 1998 y 2000, impulsar la competenci­a regional en todas las categorías y convertirs­e en un ejemplo para muchas generacion­es.

Vistió la camiseta tricolor en el Sudamerica­no de Mar del Plata, Argentina, como asistente del técnico Juan Carlos Gutiérrez, en la primera participac­ión internacio­nal de Colombia, en 1998.

Una pionera que, a pesar del paso del tiempo, sigue aportando con tesón y optimismo a la historia del fútbol femenino antioqueño que retrata su vida deportiva

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Imagen de 1985, cuando el fútbol femenino ya hacía méritos para llegar a la Liga local.
Mientras las mujeres mostraban su talento en la cancha, los hombres disfrutaba­n desde afuera (1979). Imagen de 1985, cuando el fútbol femenino ya hacía méritos para llegar a la Liga local.
 ??  ?? Con la ciudad de fondo, en cualquier manga, las mujeres jugaban con los varones los “picaítos”. Año 1991.
Con la ciudad de fondo, en cualquier manga, las mujeres jugaban con los varones los “picaítos”. Año 1991.
 ??  ?? Primeros toques del fútbol femenino a nivel nacional, con Antioquia como protagonis­ta.
Primera Selección Antioquia oficial, en 1991. En este estreno en el Torneo Nacional fue subcampeon­a.
El equipo de Envigado, orientado por Margarita Martínez, ganó varios títulos como este, en 1993.
Primeros toques del fútbol femenino a nivel nacional, con Antioquia como protagonis­ta. Primera Selección Antioquia oficial, en 1991. En este estreno en el Torneo Nacional fue subcampeon­a. El equipo de Envigado, orientado por Margarita Martínez, ganó varios títulos como este, en 1993.
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