22,5 % de las migrantes en A. Central son acosadas
21,2 % de las víctimas de violencia sexual en el camino de Centroamérica a Estados Unidos son menores de edad. Estudio evidencia crisis en la zona.
Esta es una de las preocupantes cifras de la violencia sexual que viven las mujeres en esa región, según Médicos Sin Fronteras. Panorama.
Los pandilleros de El Salvador no dejan a sus parejas mujeres planificar con anticonceptivos, convencidos de que llevan a la promiscuidad. Así que la esperanza de escapar para ellas está en cruzar Centroamérica para llegar a la frontera de México con Estados Unidos y pedir asilo. Antes de salir, algunas piden a las ONG ayuda para planificar porque saben que las pueden violar.
La senda de tortura comienza en sus países de origen. “Se alcanza una cosificación extrema de ellas, no solo como objeto sexual, sino como propiedad. La violencia sexual es una forma de control en las pandillas”, indica el informe Sin Salida de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF), publicado esta semana, sobre la crisis migratoria.
Este camino no solo es azaroso para las salvadoreñas, migrantes de diferentes países, que por otras razones toman esta decisión, tienen la certeza que pueden ser violentadas.
Es un círculo de revictimización: unos migran buscando oportunidades, otros huyendo de la violencia de la que ya fueron testigos, pero en el camino se encuentran con más ciclos de tortura. El Salvador, Guatemala y Honduras tienen las maras (pandillas), que dominan barrios enteros, y las rutas por las que atraviesan los migrantes.
Cuando Ana Paula cruzaba desde Honduras a Estados Unidos se encontró con una pesadilla. En El Ceibo, el paso fronterizo entre Guatemala y México, tres hombres la interceptaron. “Me desnudaron frente a mi esposo y mi hijo. Los tres abusaron de mí. No puedo dormir, tengo miedo de que me vuelva a pasar lo mismo más adelante”, cuenta.
No es solo un caso, 22,5 % de las mujeres migrantes fueron acosadas sexualmente, 12,8 % tuvieron una relación sexual no deseada y 10 % fueron forzadas a tener sexo a cambio de algo, incluso para lograr su libertad, por un victimario de una banda criminal o hasta por un funcionario público.
“Tenemos relatos de pacientes acosadas por personal de instituciones de los países por los que pasaron o por integrantes de bandas en la ruta, a cambio de no ser secuestradas”, afirma el sicólogo de MSF Néstor Rubiano, quien trabaja en la atención de los migrantes víctimas.
El difícil camino no solo tiene rostro de mujer. Los menores de edad también son vícitmas en este éxodo. El 21,2% de la violencia sexual es contra ellos. Desde 2014 han muerto 26 y son los más afectados por separaciones familiares.
En México, el paso obligado, se calcula que las bandas criminales consiguen al menos 2.500 millones de dólares anuales con el tráfico y la explotación de migrantes. Y, si llegan a Estados Unidos, los deportan o son llevados
a centros de detención.
Unas siguen su camino con las secuelas de la violencia, pero otras desaparecen. Como la hermana de José, un hondureño que pagó un rescate de 5.000 dólares y quedó barado en México esperando su regreso. Su caso abre el reporte Sin Salida de MSF, que deja en tinta las violaciones a los derechos humanos que sufren los centroamericanos que alguna vez fantasearon con el sueño americano