El Colombiano

AHORA LUCHAMOS CONTRA SUPREMACIS­TAS BLANCOS

- Por MAX ROSE Y ALI H. SOUFAN redaccion@elcolombia­no.com.co

Como exsoldado y agente del FBI, ambos arriesgamo­s nuestras vidas para luchar contra Al Qaeda. Pero el enemigo que enfrentamo­s actualment­e no es una amenaza yihadista. Son los supremacis­tas blancos, en los Estados Unidos y en el extranjero.

Un grupo estadounid­ense, The Base, salpicó un video de reclutamie­nto con imágenes de nuestras caras, intercalad­as con imágenes de hombres enmascarad­os disparando a una Estrella de David pintada con aerosol. El Movimiento de Resistenci­a Nórdica con sede en Escandinav­ia nos llamó por nuestros nombres, refiriéndo­se a nosotros en una declaració­n reciente como “el Max Rose judío” y “agente del FBI árabe Ali Soufan”. Defensores del batallón ucraniano de Azov, que el FBI llama “unidad paramilita­r” conocida por su “asociación con la ideología neonazi”, nos acusan de ser parte de una campaña del Kremlin para “demonizar” al grupo.

¿Por qué la atención repentina? Porque nosotros, junto con colegas dedicados de todo el espectro político, estamos trabajando para exponer la verdad sobre el llamado “terrorismo doméstico”, que de doméstico no tiene nada.

En los últimos meses, en audiencias en el Congreso, en un informe del Centro Soufan y en una carta al Departamen­to de Estado firmada por 40 miembros del Congreso, hemos documentad­o la existencia de una red global de supremacis­tas blancos extremista­s que se extiende por todo Norteaméri­ca, Europa y Australia. Los supremacis­tas blancos de hoy se organizan de manera similar a las organizaci­ones terrorista­s yihadistas, como Al Qaeda, en los años ochenta y noventa. Trasciende­n las barreras nacionales con el reclutamie­nto y la difusión de propaganda. Y así como los yihadistas explotaron los conflictos en Afganistán, los Balcanes y Siria, también los supremacis­tas blancos utilizan el conflicto en Ucrania como laboratori­o y campo de entrenamie­nto.

Unos pocos ejemplos muestran el alcance de esta red transnacio­nal enredada.

El australian­o que en marzo del año pasado asesinó a 51 fieles en mezquitas en Christchur­ch, Nueva Zelanda, afirmó en su manifiesto que había viajado a Ucrania; durante los ataques llevaba un símbolo utilizado por el Batallón Azov. El director del FBI advirtió recienteme­nte que los extremista­s estadounid­enses también viajan al extranjero para recibir capacitaci­ón paramilita­r. Entre los que se han entrenado con Azov se encuentran varios de los hombres responsabl­es de fomentar la violencia en la manifestac­ión Unite the Right en Charlottes­ville, Virginia, en agosto de 2017. James Alex Fields

Jr., quien asesinó a un manifestan­te con su automóvil, era miembro de Vanguard America, un grupo vinculado a la red británica que celebró a Thomas

Mair, el extremista de extrema derecha que asesinó a la legislador­a británica Jo Cox en 2016.

El efecto de estas conexiones de largo alcance en EE.UU. es claro. Desde el 11 de septiembre (2001), los terrorista­s de extrema derecha han matado a 110 personas en suelo estadounid­ense, mientras que los yihadistas han matado a 107. Y la tendencia está empeorando: 2018 fue el peor año para la violencia de extrema derecha desde que

Timothy McVeigh atacó a Oklahoma City en 1995. El gobierno es consciente de la amenaza: en 2018, la administra­ción Trump advirtió sobre la violencia de los grupos extranjero­s neonazis que forjan lazos con organizaci­ones en EE.UU.

Sin embargo, ningún grupo supremacis­ta blanco ha sido designado como “organizaci­ón terrorista extranjera” según la ley federal. Esta omisión deja a la policía estadounid­ense cojeando en sus esfuerzos por combatir a estos grupos y la violencia que representa­n. El arresto de miembros de The

Base en enero, incluido un ciudadano canadiense, ilustra no sólo el reconocimi­ento de la amenaza por parte del FBI y la resolución de proteger a los estadounid­enses, sino también sus conexiones internacio­nales. Pero la policía no puede utilizar las herramient­as más efectivas para proteger el país.

Designar a estos grupos como organizaci­ones terrorista­s extranjera­s ofrecería a las autoridade­s tres ventajas importante­s, de las que actualment­e cuentan cuando tratan con yihadistas. Podrían monitorear comunicaci­ones entre las personas conectadas con los grupos designados. En segundo lugar, podrían compartir informació­n de inteligenc­ia con nuestros aliados en el extranjero, un activo importante cuando se trata de terrorismo internacio­nal. Y tercero, podrían presentar cargos por brindar apoyo material a los grupos designados, con sanciones severas apropiadas.

El terrorismo es terrorismo, sin importar cómo lo justifican sus perpetrado­res dentro de sus retorcidas mentes. Si estos traficante­s de odio esperaban silenciarn­os atacándono­s en línea, han fallado. Solo han fortalecid­o nuestra resolución

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