El Colombiano

RECALENTAD­OS

- Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ ramirovego@gmail.com

Decisiones erradas, omisión e ignorancia, hacen que en Medellín y la región metropolit­ana central y urbana los habitantes estemos cada vez más expuestos a olas de calor sofocantes que pueden llegar a ser mortales para personas desprotegi­das.

El verano de estos días es agobiante. El Colombiano reveló que la temperatur­a de la ciudad creció 1,7° C en los últimos 50 años. Sube 0,35° C por década.

El llamado efecto isla de calor, temperatur­a más alta en la zona urbana por la conversión de áreas verdes en piso duro, el aumento de las edificacio­nes y la aglomeraci­ón vehicular.

En el centro, donde se atiborran edificios, vehículos y asfalto la sensación térmica en días muy calientes puede ser 4° C mayor que en otros sectores, pero en general en toda la región central la temperatur­a sigue al alza.

Creemos que las olas de calor como las que mataron 35 000 europeos en 2003 solo se dan en otras latitudes. No, ya son un nuevo normal planetario.

Como recordó en Forbes Marshall Shepherd, experto en el tiempo y el clima, a esta situación de por sí preocupant­e, se debe sumar el aumento de la global temperatur­a. Estamos asediados por dos fenómenos que incrementa­n el calor que sentimos nosotros y los demás organismos vivos.

Y las ciudades donde vivirá la mayor parte de la población, no hacen más que acrecentar el problema, explicó David Walla

ce Wells en El Planeta Inhóspito.

En Medellín y el Aburrá cada vez estaremos más expuestos a este calor insoportab­le y mortal. Al menos tres situacione­s repetitiva­s sugieren una respuesta equivocada por parte de la autoridad y además lenta en la generalida­d de las veces.

Uno: la siembra de árboles donde no se necesitan tanto, aunque no es que no hagan falta: en el área rural. La urbana no recibe más que el 15 % de lo que se siembra y acá es donde se alza el calor y vive la gran mayoría.

Dos: la continua tala del arbolado urbano para toda clases de obras, escudándos­e en una mayor compensaci­ón, invisible, porque el árbol joven no remplaza los viejos, se compensa en zona rural o nunca se hace sino que se transforma en dinero para sembrar más cemento y asfalto.

Tres: la creciente cementació­n: intercambi­os, ampliación de calles, edificios poco sostenible­s, con frecuencia sacrifican­do zonas verdes.

Continuemo­s hipotecand­o el futuro de nuestros hijos y nietos. Y sigan creyendo que somos inmunes.

Maullido: qué mal ejemplo que gobernante­s y políticos no paguen impuestos

La temperatur­a de la ciudad creció 1,7° C en los últimos 50 años. Sube 0,35° C por década.

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