El Colombiano

LA INTELIGENC­IA DE LOS PÁJAROS

- Por JUAN JOSÉ HOYOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Hace cuatro meses, junto a mi casa, en el valle del Nus, una pareja de sinsontes construyó un nido en medio de una buganvilia llena de flores. El nido no se veía a primera vista ya que lo ocultaban las flores y el follaje. Lo descubrí porque los sinsontes volaban afanosos alrededor, yendo y viniendo con granos en su pico durante casi todo el día. ¡Eran padre y madre de tres pichones recién nacidos!

Me llamó la atención su comportami­ento: ambos se turnaban para montar guardia cerca del nido. Una tarde los vi atacar a un pájaro negro dos veces más grande que ellos y obligarlo a huir.

Esta semana, Humberto, el trabajador que cuida la casa, me contó que los sinsontes estaban muy nerviosos. Iban y venían hasta su casa ya no cantando sino silbando con desespero, como si lo estuvieran llamando a gritos. Él los siguió. Ellos lo guiaron hasta un árbol, situado a unos metros de la buganvilia con el nido. En lo alto del árbol había un águila. Humberto la espantó, con la ayuda de su esposa, tirándole naranjas. Al día siguiente los sinsontes regresaron a su casa, silbando con la misma insistenci­a, otra vez desesperad­os. Él volvió a seguirlos. Esta vez descubrió a un gavilán haciendo un nido en una acacia roja muy cerca del nido. Él lo tumbó. El gavilán huyó, espantado.

Estas y otras historias de las que he sido testigo en estas montañas me hacen pensar que los hombres subestimam­os la inteligenc­ia de los pájaros. Yo creo que los pájaros piensan, tienen recuerdos, perciben los peligros y se ponen tristes, como nosotros.

Por eso disfruté leyendo las entrevista­s con Jennifer Acker

man, la autora del libro “El ingenio de los pájaros”, durante su reciente viaje a Cartagena para participar en el Hay Festival. El libro es un compendio de historias maravillos­as sobre las asombrosas capacidade­s cognitivas de las aves.

Esta es una de ellas: un grupo de cuervos de una ciudad de Japón diseñó una estrategia para romper las duras cáscaras de las nueces y poder comer su almendra. Primero, volaban muy alto y las dejaban caer sobre el asfalto. Como no todas las nueces se abrían, empezaron a arrojarlas al paso de los carros. Así, la dura nuez que no se abría con el impacto del golpe, lo hacía invariable­mente cuando los autos pasaban sobre ella. Pero los cuervos se veían a punto de morir aplastados en medio del tráfico. Para conjurar el peligro, escogieron un paso peatonal en un semáforo. De este modo, tiraban las nueces unos metros antes, los carros pisaban las cáscaras, las nueces se partían, y ellos aprovechab­an la pausa, cuando el semáforo estaba en rojo, para recoger las almendras.

Según la autora del libro, la memoria prodigiosa del carbonero cabecinegr­o le permite almacenar miles de semillas en distintos escondites, y recordar dónde está cada una para comerlas hasta seis meses después.

Para ella, el cuervo de Nueva Caledonia es probableme­nte el pájaro más inteligent­e del planeta. Usando ramitas de árboles, estos pájaros pueden crear herramient­as. “Si están tratando de alcanzar un trozo de comida y el palito que están usando es muy corto, ponen varios juntos para hacer que la herramient­a sea más larga para alcanzar la comida. ¡Y pueden llevarlas consigo! Si hacen una que les gusta, la agarran con sus patas y se la llevan de un sitio a otro para volver a utilizarla”.

Según Jennifer Ackerman, los pájaros son capaces de hacer cosas que pensábamos que eran únicas del ser humano, como recordar el pasado y planear el futuro, contar y enseñarse cosas unos a otros. Además, aprenden sus canciones como nosotros aprendemos nuestra lengua. Por eso “hablan” como le hablaron a Humberto este par de sinsontes ■

Estas y otras historias de las que he sido testigo en estas montañas me hacen pensar que los hombres subestimam­os la inteligenc­ia de los pájaros. Creo que piensan, perciben los peligros...

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