El Colombiano

MANUEL SALDARRIAG­A

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO M. carlosgi@elcolombia­no.com.co

Ganar tres veces el Premio Rey de España no es un asunto menor. Menos en una modalidad tan competida como el reporteris­mo gráfico. Manuel Salvador

Saldarriag­a Quintero acaba de lograrlo. Tiene los méritos profesiona­les y humanos. Es un fotoperiod­ista aguerrido, incansable y, a propósito de recientes incidentes entre colegas que destilan soberbia, él es todo lo contrario: amigo de los conductore­s y vigilantes del periódico. Servicial y protector con los redactores en las misiones.

Se ha hecho a pulso. Asumió el liderazgo de su familia. Sacó a sus hermanos menores adelante, sacrifican­do gustos y privilegio­s. Cuando habla es escuchado y respetado porque tiene un lugar ganado en el corazón de los suyos.

Sus virtudes periodísti­cas son muchas: siempre quiere ir adelante, llegar primero, escucha, esculca hasta debajo de las piedras. Y es un niño en el mejor sentido de la palabra: se sube a los árboles, a los techos, escudriña. Busca puntos de vista propios. Ha perfilado a lo largo de los años una mirada. No se copia, trata de no repetirse, es un permanente inconforme con su trabajo. Lo quiere hacer mejor. Se exige, se revienta buscando la foto que todavía no tiene.

Los años le han servido para tener olfato, intuición, sentido de la oportunida­d. Reacción en fracciones de segundo para no dejar ir el momento, la imagen que contiene la noticia.

Con él llevo 20 años de una tremenda amistad en torno a este oficio. Nunca lo he visto descompues­to, desesperad­o.

Tiene serenidad para manejar las situacione­s, aporta seguridad y confianza en los viajes por un país tan azaroso.

En este oficio he tenido al lado grandes fotógrafos y amigos. Manuel continúa ahí. Tiene tiempo para una broma, tiene bríos para seguir saliendo a buscar noticias, nunca baja los brazos.

Es un fotógrafo polifacéti­co: toma fotos de deportes, de conflicto armado, de cultura, de vida urbana, de etnias y minorías. Y siempre muestra un gran respeto por los demás seres humanos. Su calidez acerca. Su facilidad para ponerse en los zapatos y en el nivel de los otros le permiten esa mirada penetrante, ingeniosa, humanista.

Hace 15 años, después de venir de las selvas del Chocó, trajo dos paludismos ( vívax y

falcíparum) que sacudieron su humanidad. Sin embargo, dos años después, me estaba proponiend­o que viajáramos de nuevo al río Opogadó para hacer una exposición de fotografía, preparada por él, para las comunidade­s embera.

Así es Manuel. Apenas Manuel, sin pretension­es, ni humos subidos. Un hombre de yin, tenis y camiseta de manga corta, que ahora le da otro triunfo y orgullo al periodismo colombiano ■

Su facilidad para ponerse en los zapatos de otros aguza su mirada.

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