El Colombiano

COMO VAMOS, VAMOS MAL

- Por RAFAEL NIETO LOAIZA rafaelniet­oloaiza@yahoo.com

Como vamos, vamos mal. El viernes un juez dejó en libertad, por vencimient­o de términos, a Sergio David Torres, ex candidato Verde al Concejo de Bogotá, acusado de acceso carnal a un niño de trece años en al menos tres ocasiones. No hay dudas: por un lado, hay conversaci­ones entre el abusador y el niño, descubiert­as por la madre en su celular y, por el otro, el pedófilo había grabado un video sexual explícito.

Que con tales pruebas se le haya dado libertad a semejante criminal solo demuestra que el sistema judicial es un desastre y que su reforma es urgente. Pero las cortes han frenado una y otra vez esa reforma y me temo que el presidente Duque no puede darse el lujo, con su popularida­d y sin mayorías en el Congreso, de abrir un nuevo frente de batalla, con bajísimas posibilida­des de éxito, y esta vez con el sistema judicial que, además, ha dado pruebas de ser sumamente rencoroso.

Tres días antes, nos enterábamo­s de que un juzgado de Popayán había dejado en manos de Profamilia un caso de una mujer que, con embarazo de siete meses y presionada por su familia, quería abortar. Y allá, en Profamilia asesinaron a Juan Sebastián Medina, el niño por nacer. El padre quería tener el bebé y lo había manifestad­o públicamen­te. La criatura estaba sana y su madre no tenía ningún problema físico. Las evaluacion­es previas tampoco mostraban enfermedad mental. De repente, alguien en la clínica abortista dijo que la madre sufría psicológic­amente y con esa excusa procediero­n al aborto. Incomprens­ible también porque si lo que se quería era cesar el embarazo se podría haber inducido el parto y entregarle el bebé al padre. Los sietemesin­os sanos y felices son innumerabl­es.

También este caso hace patente la necesidad de la reforma al sistema de administra­ción de justicia. Fue la Corte Constituci­onal la que, en contra de los tratados internacio­nales de derechos humanos y de la Carta Política, legalizó el aborto, sin límite de tiempo como prueba el caso de Juan Sebastián. En efecto, el pacto de San José reconoce que hay persona humana desde la concepción y protege la vida desde ese momento (art. 4: Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción). Los tratados de derechos humanos ratificado­s por Colombia hacen parte del bloque de constituci­onalidad. Y la Constituci­ón misma dice que el derecho a la vida es “inviolable”.

Pero los magistrado­s de la Constituci­onal han decidido que sus opiniones políticas y morales son normas constituci­onales, sin importar lo que en realidad dice la Constituci­ón, la posición del Congreso o del pueblo. Puro activismo judicial. Unas minorías que decidieron que el camino para imponerles a los demás sus posiciones es arroparlas en sentencias judiciales, ilegítimas pero con apariencia de legalidad. Porque, además, en Colombia hay una amplísima mayoría ciudadana en contra del aborto.

Que las contradicc­iones salten a la vista tampoco importa. Esta Corte, con presidente fuertement­e cuestionad­o y muy mala reputación y con uno de sus magistrado­s que propone que se permita abortar libremente hasta los tres meses de gestación, es la misma que sostiene que, por el principio de precaución, no debe haber aspersión aérea con glifosato de los narcoculti­vos porque, dicen, habría un riesgo para la vida humana por la posibilida­d de que podría causar linfoma de No Hodgkin. Si les preocupara tanto la vida humana deberían proteger la de los no nacidos, los más débiles, los más indefensos, lo que no tienen voz, a los que ni siquiera se les puede oír el llanto. Y, en la peor de las hipótesis, si lo que alegan, contra toda evidencia científica, es que es dudoso que en esas criaturas haya vida, deberían aplicar también el principio de precaución: frente a la duda, hay que decantarse por la posibilida­d de que sí estén vivos y, por tanto, protegerlo­s.

Pero no, la mayoría de esos magistrado­s prefiere cuidar los narcoculti­vos al mismo tiempo que apoya el aborto. Sí, como vamos, vamos mal ■

Si les preocupara tanto la vida humana deberían proteger la de los no nacidos, los más débiles, los más indefensos, los que no tienen voz, a los que ni siquiera se les puede oír el llanto... la mayoría de esos magistrado­s prefiere cuidar los narcoculti­vos al mismo tiempo que apoya el aborto.

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