El Colombiano

1J. EL LIBRO

- Por JUAN MANUEL ALZATE VÉLEZ alzate.jm@gmail.com

Descansa apacible y muy rozagante. Siempre muy serio y luciendo elegante. Sin afán alguno, le da a quien lo observa, la prudencia y el tiempo, que necesita un doliente.

Para descansar prefiere, sentarse en su arista. Para nada se estira, y mucho menos suspira. Pero cuando anda muy solo, mejor se recuesta, de cara o de espalda, porque a lo largo le cuesta.

Espera en silencio sin alguna carnada, tampoco jugando o piruetas. Hay quienes nunca se atreven a morder ese anzuelo. Uno que no ofrece gran cosa, más que hojas y letras. Sin embargo todos saben que adentro, promete mucho más que planetas.

Su trabajo es juntar letras. Y dejarlas muy quietas. Replicar preciso, los pensamient­os ajenos. Ideas cualquiera, para que permanezca­n escritas. Imparcial en su oficio, sin hacer pataletas.

A veces en prosa. Otras veces en verso. Con letras unidas, lleva adentro un mensaje expreso. La cabeza exaspera, confunde y tritura; pero su anhelo por dentro, es que cierren y le den un beso.

Evita muy mudo, juzgar por el lomo. “La procesión va por dentro”, se dice con indiferenc­ia y aplomo. Cuando en el estante lo miran, con los ojos rayados, siente que atraviesan su carne, con un cuchillo muy romo.

Le roba a sus víctimas, los relojes de arenas. Les quita segundos, las horas, las penas. Les ahoga en el tiempo, les sumerge en quimeras. Lo que le dicta su meta, es acallar las personas.

Las divide por dentro y las corta por tajos. Como un hacha en manteca, las parte en tres fajos. A un lado cerebros, al otro las carnes, su espíritu eleva, y los deja bien majos.

Mientras menos perceptibl­e, mejor su contenido. No brilla tranquilo, hasta no haber sido leído. Replica indistinto autores muy jóvenes. Y aunque prefiere los clásicos, no critica su destino, ni se pone creído.

Soberbio e impoluto con el pensamient­o ya escrito, de quien en otrora se sintiera, ya muy erudito. No guarda ínfulas, celos, o glorias. Se comparte con todos y que lo lean felices, para él no es un pleito.

Esta torpe oda, a un gran instrument­o. Al que da y quita, el sueño y tormento. Acá se resume, ese gran compañero, que sabio empodera, para afilar el pensamient­o.

Un libro atesora el esfuerzo de quien se atrevió a escribir sus ideas. Tan simple y callado, ha sido capaz de combatir las ideologías más fuertes sin violencia alguna. Su magia radica en los pensamient­os que induce, las ideas que hila para generar unas nuevas. Cualquiera sea el texto o su tema, las ideas escritas favorecen el silencio necesario para concentrar­se, y la autonomía requerida para pensar por cuenta propia.

A veces de odios, como en la inquisició­n o en algunos regímenes políticos que controlan su circulació­n. Y a veces de amores, como los países que basan sus reglas de juego en un libro que defienden con sus vidas. Este instrument­o puede contener lo necesario, para cambiar cualquier escenario: inspira, sosiega, revuelca, atormenta.

Stephen Greenblatt, en su libro El giro, cuenta la historia de un amante de los libros, que se enamoró de su oficio de buscar libros raros. Vagó por Europa cumpliendo su sueño, hasta que encontró el detonante de El Renacimien­to. Un simple libro, iluminó el pensamient­o y trajo consigo, el mundo que hoy conocemos.

Que esta columna inspire a abrir libros y para que Colombia pase a ser, ese país donde en promedio cada quien, lee más de 10 libros al año ■

Hay quienes nunca se atreven a morder ese anzuelo. Uno que no ofrece gran cosa, más que hojas y letras. Sin embargo todos saben que adentro, promete mucho más que planetas. Su magia radica en los pensamient­os que induce, las ideas que hila para generar unas nuevas.

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