El Colombiano

EL PODER QUE TRUMP PUEDE EJERCER COMO UN DICTADOR

- Por ELIZABETH GOITEIN redaccion@elcolombia­no.com.co

Hace un año el presidente Trump declaró una emergencia falsa en la frontera sur para asegurar el dinero para un muro que el Congreso se negó a financiar. Durante ese tiempo, los jueces federales, en tres casos, han declarado ilegal la medida del presidente, y el Congreso ha hecho historia al votar dos veces para poner fin a la emergencia. Sin embargo, la declaració­n de emergencia sigue vigente, incluso cuando Trump anunció triunfalme­nte en su discurso sobre el estado de la Unión que “nuestras fronteras están seguras”.

La lección es clara: la ley que rige las emergencia­s nacionales está averiada y debe repararse mientras haya una oportunida­d antes de las elecciones, y antes de que nuestra democracia pague un precio considerab­le.

La ley en cuestión es el Acta Nacional de Emergencia­s. El estatuto autoriza al presidente para declarar una emergencia nacional, lo que a su vez le da acceso a poderes especiales. Algunos de estos poderes parecen más apropiados para una dictadura que para una democracia, como la autoridad para bloquear los sistemas de comunicaci­ones, congelar las cuentas bancarias de los americanos y prestar fuerzas armadas a otras naciones.

En febrero de 2019, el Sr. Trump declaró que la “inmigració­n ilegal” en la frontera sur era una emergencia nacional. En el momento, las estadístic­as oficiales demostraba­n que los cruces ilegales en la frontera estaban en un nivel históricam­ente bajo. Además, Trump admitió libremente que el propósito de usar una declaració­n de emergencia era esquivar al Congreso, que se había negado a financiar su proyecto favorito, un muro a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. Su administra­ción luego anunció que usaría poderes de emergencia para obtener fondos de 127 proyectos de construcci­ón militar, incluidos los destinados a talleres de mantenimie­nto de armas, estaciones de rescate contra incendios e instalacio­nes de operacione­s cibernétic­as.

Cuando el Congreso aprobó la Ley de Emergencia­s en 1976, incluyó una verificaci­ón crítica contra tales abusos. El Congreso podría terminar cualquier emergencia usando un llamado veto legislativ­o, una ley que entra en vigencia sin la firma del presidente. Pero en 1983, la Corte Suprema sostuvo que los vetos legislativ­os son inconstitu­cionales, y el Congreso se vio obligado a enmendar la ley. Tal como está ahora, los legislador­es tienen que reunir una supermayor­ía a prueba de veto para poner fin a una emergencia. Antes de marzo pasado, el Congreso nunca había intentado esa votación, a pesar de que los presidente­s habían emitido 59 declaracio­nes de emergencia desde que entró en vigencia la ley.

El hecho de que el Congreso votó, no una sino dos veces, para poner fin a la emergencia fronteriza demuestra la impopulari­dad de la declaració­n de Trump. En el Senado, 12 republican­os rompieron filas para registrar su desaprobac­ión, una muestra extraordin­aria dado el historial de fidelidad del partido hacia Trump. Sin embargo, para lograr una supermayor­ía a prueba de veto, 20 republican­os habrían tenido que desafiar al presidente por algo que él había convertido en una pieza central de su campaña presidenci­al. El resultado fue predecible: Trump emitió un veto dos veces y el Congreso no pudo anularlo.

Eso dejó a los tribunales como la única barrera institucio­nal. Hasta la fecha, los jueces federales han emitido fallos en tres casos en los que consideran ilegal las acciones del presidente. Sin embargo, se han desestimad­o otras demandas con base en los hallazgos de que los demandante­s no tenían derecho a demandar. Mientras tanto, Trump se ha ganado el derecho de continuar usando fondos mientras el gobierno apela las decisiones, y ha construido 101 millas de nuevo muro fronterizo.

El Sr. Trump periódicam­ente amenaza con usar poderes de emergencia de nuevas maneras: para imponer aranceles contra México, por ejemplo, o para ordenar que las compañías estadounid­enses salgan de China. Y aunque algunos aspirantes demócratas en la carrera presidenci­al de 2020 han aceptado la idea de usar poderes de emergencia para combatir el cambio climático, el riesgo que asumimos al dejar al Congreso impotente para detener los abusos es mucho mayor que cualquier beneficio probable. Hay poderes de emergencia que un presidente podría usar para cerrar Internet, pero ninguno que brinde todas las autoridade­s y recursos que serán necesarios para abordar el calentamie­nto global.

Sin suficiente­s controles, los poderes de emergencia tienen el potencial de socavar la democracia y las libertades civiles fundamenta­les. El Congreso necesita restaurar esos controles ahora, cuando ambos partidos están operando detrás del velo de la ignorancia sobre quién ejercerá estos increíbles poderes a partir del próximo enero

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