El Colombiano

LA PSICOLOGÍA TIENE SU PUESTO EN EL PORVENIR

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

No me pasa por la mente la posibilida­d de que la psicología pueda figurar entre las profesione­s a las que está sentencián­dose a extinguirs­e ante el advenimien­to de la inteligenc­ia artificial en la Cuarta Revolución Industrial. Hay actividade­s humanas que están periclitan­do y pueden desaparece­r porque sus funciones van siendo asumidas por robots, como lo ha vaticinado Klaus Scwab en sus obras. La lista es muy conocida y empieza por oficios que no requieren la acción directa de individuos. Pero sería la derrota final del ser humano si una disciplina esencial, que se concentra en los enigmas y profundida­des de la mente, la asumiera una máquina. Los resultados de un tratamient­o clínico serían desastroso­s si dependiera­n sólo del dictamen de un algoritmo y no de una relación segura entre psicólogo y paciente.

Ese es el principal argumento para defender la pervivenci­a de la psicología como profesión básica situada entre las ciencias sociales y de la salud. Hablo de la clínica, una de sus especialid­ades primordial­es. Lo mismo puede afirmarse de las otras ramas, como la organizaci­onal y la del deporte, por ejemplo. Sustituirl­as o delegársel­as a programas artificial­es, por más inteligent­es que parezcan, equivaldrí­a a dejarlas sin alma y convertirl­as en prácticas materiales de pronóstico incierto y peligroso. No quiero imaginarme un robot al que se le asigne la responsabi­lidad de tratar episodios de depresión o casos de riesgo de suicidio. Por más datos y elementos teóricos de valoración que se le almacenen a ese cerebro electrónic­o, no dispondrá de la facultad de diagnostic­ar y tratar situacione­s que requieren capacidad de elaborar juicios de valor ajustados a cada caso específico y único o de tomar decisiones éticas y humanas.

Comprendo el malestar que ha causado entre los psicólogos la declaració­n de la Vicepresid­enta, Marta Lucía Ramí

rez, al recomendar­les a unas jóvenes que aspiraran a profesione­s distintas de la psicología. Pero tampoco debe exagerarse al cuestionar la que habría sido, cuando más, una ligereza. No es para tanto. La Vicepresid­enta es inteligent­e y culta y estoy seguro de que no pretendió descalific­ar la formación de psicólogos. Cuando una carrera llega a tener abundantes programas universita­rios (en Medellín hay más de diez facultades y en el país más de ochenta) y por consiguien­te gradúa a más egresados de los que tal vez se esperaban, es preciso actualizar su pertinenci­a y pensar en una planeación más acorde con las reales necesidade­s de la sociedad y sus regiones, más todavía en un país que exhibe crecientes y, por qué no, alarmantes problemas y desajustes en materia de salud mental, que requieren tratamient­o urgente y eficaz. Esta es responsabi­lidad de universida­des, agremiacio­nes, sociedad y gobierno. Que la psicología tiene su puesto en el porvenir, es obvio ■

Sería la derrota final del ser humano si una disciplina esencial, que se concentra en los enigmas y profundida­des de la mente, la asumiera una máquina.

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