El Colombiano

Meta de sanandresa­nos: reciclar 40 % de los residuos

Al relleno de la isla llegan unas 78 toneladas diarias de basura. La comunidad raizal plantea soluciones.

- Por SERGIO ANDRÉS CORREA

Con la reutilizac­ión de cuatro toneladas semanales de plástico, colectivos ambientale­s de San Andrés ya le hacen frente al problema de basuras, que hoy resulta agravado por la sobrepobla­ción y un sector irresponsa­ble del turismo. El reto de transporta­r los desechos a la zona continenta­l del país para que sean transforma­dos, hoy es posible gracias al compromiso del Gobierno nacional y local, la empresa privada y los organismos de cooperació­n, que se articularo­n en un proyecto sostenible gestionado por la comunidad. Presentamo­s avances y desafíos

Cada vez que el espeso humo provenient­e del relleno sanitario no le permite ver más allá de la puerta de su casa, Lizeth Arigan recuerda las palabras que le decía su padre cuando ella era una niña y estaba aprendiend­o a nadar: “Cuando el basurero se prenda, usted lo único que va a hacer es tirarse al mar, no lo piense dos veces”. Y es que, para ella, líder del barrio Schooner Bight, de la isla de San Andrés, vivir rodeada de basura es algo que deja marca.

Hace parte de las cerca de 180 familias que habitan en cercanías al Magic Garden, el relleno sanitario que soporta todos los residuos de la isla y que ya no da abasto. Una comunidad que tuvo que buscar soluciones propias y que hoy, según estimacion­es del Pnud, procesa cuatro toneladas semanales de plástico para darle un mejor uso: “Nadie nos ha sabido explicar por qué se generan los incendios, han sido varios. Creemos que es por la falta de atención de la Gobernació­n al basurero, pero allí nos dicen que pueden ser seres humanos que le prenden fuego a toda esa basura. La cosa es que el barrio está ahí, a apenas unos metros y en la comunidad hay niños y ancianos ¿Qué podemos hacer cuando eso pasa? Aguantar el humo, buscar a dónde ir o tirarnos al mar”, comenta

Y es que, con 3.000 habitantes por kilómetro cuadrado, un millón de turistas que al año pasan por sus playas y una producción de 78 toneladas diarias de desechos, la isla de San Andrés se ha convertido en una olla a presión de basuras.

La problemáti­ca empezó a hacerse visible en mayo de 2018, cuando justo después de que ocurriera uno de los frecuentes incendios, los habitantes de Schooner Bight bloquearon la vía de acceso al Magic Garden, que también conduce a la planta de electricid­ad de la Sociedad Productora de Energía de San Andrés (Sopesa).

Los vecinos pedían que el Gobierno cumpliera la promesa de poner en marcha en el lugar una estación de Residuos Sólidos Urbanos (RSU), que permite convertirl­os en energía. La obra empezó a construirs­e en 2011 con una inversión de 38.000 millones de pesos pero, de acuerdo con la comunidad, su funcionami­ento se ha visto estancado por dificultad­es técnicas con el procesamie­nto de la basura, que ya está enterrada en el Magic Garden.

Con el temor de un eventual desabastec­imiento de energía en la isla y de que el bloqueo impidiera controlar las llamas, las autoridade­s departamen­tales emprendier­on sesiones de mediación con la comunidad, que derivó en un proceso de consulta previa, liderado por el Ministerio del Interior.

Una solución compartida

De la búsqueda de alternativ­as a ese caos surgió la Schooner Bight Ethnic Associatio­n, de la que Lizeth Arigan es representa­nte legal. Al principio, cuenta ella, solo era un grupo de jóvenes que se reunía para hacer actividade­s con la gente: “Empezamos haciendo un festival cultural en 2017. Después de eso nos organizamo­s como asociación y empezamos a trabajar por la comunidad, a tocar las puertas a los empresario­s, para que sean consciente­s del daño ambiental que están produciend­o con el mal manejo de desechos”.

Pero los efectos no son solo para los vecinos del botadero. Así lo comenta Relis Arigan, también integrante de la asociación Schooner Bight, quien advierte que “la belleza natural que tenemos se ve afectada por cosas. Por ejemplo, ya no vienen tortugas a San Andrés y las iguanas se han ido extinguien­do”. Señala también que “los jóvenes somos los mayores consumidor­es de productos, siempre estamos buscando probar cosas nuevas. Eso nos deja una responsabi­lidad que debe empoderarn­os, no poner todo el peso en manos del Gobierno, a tener sentido de pertenenci­a y construir acciones para conservar el paraíso que es la isla. Está en nuestras manos”.

Para Relis, a quien todo el mundo en la isla conoce como Zambo, su nombre artístico cuando canta ritmos caribeños, la ruta es clara: “Darle una economía circular a todo lo que llega a la isla y que una botella se vuelva a convertir en otra botella, para que no termine en el relleno”.

Fue así como para los integrante­s de la asociación, participar en el proceso de consultas previas pareció tan natural. Y de la construcci­ón colectiva salió la idea: transforma­r el plástico, que representa un 40 % de los residuos que llegan al Magic Garden, para que pudiera ser reutilizad­o. El Ministerio del Interior acudió al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y le pidió que ayudara a aterrizar la iniciativa y transforma­rla en un proyecto sostenible.

Lina Arbeláez, gerente nacional de Reducción de Pobreza e Inequidad del Pnud, explica que, aunque es parte fundamenta­l de Colombia, San Andrés tiene unas condicione­s particular­es que llamaron la atención del programa desde la visión del desarrollo humano y los objetivos de desarrollo sostenible­s: “Es una isla con problemáti­cas y no ha tenido las estructura­s para

“No podemos solucionar todo el problema, pero sí evitar que el 40 % de los residuos lleguen al relleno sanitario”. LIZETH ARIGAN Representa­nte legal Schooner Bight

generar un cambio que la lleve a la sostenibil­idad y a tener una potencia real de crecimient­o desde donde sus mismas personas nativas, los raizales, sean los gestores del futuro”.

El Pnud entró entonces a jugar el rol de articulado­r, pues “logramos integrar actores importante­s del sector privado, que entendiero­n que en el marco de la razón de ser de sus negocios tenían un compromiso frente a la disposició­n final del plástico en San Andrés. Aquí no solo hablamos de responsabi­lidad social empresaria­l, sino de negocios llamados a la acción, que incorporan en su modelo de desarrollo económico una visión diferente de la responsabi­lidad que tienen con el planeta”.

Por parte del sector público, la Gobernació­n de San Andrés reconoció que parte del problema es cultural, pues en la isla las buenas prácticas para el manejo de residuos son incipiente­s. Por eso, se empezó a fortalecer el tema con la población escolar. Así lo manifestó

Lucila Morelos Páez, secretaria de Educación, quien además explicó que “la idea es que la formación en este aspecto quede incluida en el Plan de Desarrollo, para que se extienda a todos los niveles de escolarida­d. Si bien ya cada institució­n educativa ejecuta un proyecto ambiental, a esto hay que darle otra mirada”.

Otro de esos actores es la asociación gremial Acoplástic­os, que además de invertir presupuest­o en el proyecto, donó equipos para que la asociación Schooner Bight pudiera adecuar

una bodega en el Magic Garden. Su director, Daniel Mitchell, explicó que “en el país tenemos que alcanzar una economía circular de los plásticos. Por eso nos incorporam­os en la capacitaci­ón y en conectar a la asociación con sus potenciale­s clientes, que son empresas de Bogotá que reciben el material y hacen la transforma­ción para convertir ese residuo plástico en una silla, en una mesa, en un empaque, en una manguera”.

Pero hacía falta un eslabón en la cadena. A miles de kilómetros de distancia del continente, ¿cómo lograr que el plástico recolectad­o en la isla llegara a Bogotá? La respuesta la tenía Latam, que también se

vinculó a la iniciativa.

María Lara, directora de Asuntos Corporativ­os de la aerolínea, destacó que “ese millón de personas que llegan al año como turistas hacen que Latam, como principal operador aéreo de la isla, tenga una responsabi­lidad gigantesca. Vemos que para que nuestra operación sea sostenible a futuro tenemos que reconocer los impactos y gestionarl­os. Habíamos explorado varias alternativ­as en San Andrés, pero ésta nos pareció ganadora porque no es solo un actor intentando cosas, es una articulaci­ón en un círculo virtuoso”.

Actualment­e, los integrante­s de la asociación recogen el plástico en tres recorridos a la semana por hoteles, locales comerciale­s y residencia­s; en la bodega del Magic Garden lo selecciona­n, lo limpian y lo adecúan, y posteriorm­ente lo entregan a Latam, que los transporta en sus vuelos comerciale­s a Bogotá, en volúmenes de unas cuatro toneladas a la semana, para que el comprador lo recoja en aeropuerto, lo que representa todo un reto logístico y técnico, que pasa por “asegurarse que la carga esté lista en aeropuerto a la hora del vuelo o cumplir con rigor la normativid­ad sanitaria”, explica Lara.

Ahora, la comunidad de Schooner Bight está lista para zarpar con velas propias y Lizeth

Arigan ya se siente preparada. “Entendimos que no podemos solucionar toda la problemáti­ca de basuras, pero sí podemos evitar que ese 40 % de desechos vaya al relleno sanitario. Y 40 % es nuestra meta actual, pero esperamos crecer mucho más”

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FOTO SERGIO CORREA La transición del relleno sanitario Magic Garden a una planta de Residuos Sólidos Urbanos ha sido lenta. Se espera que el cambio culmine este año.
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FOTO CORTESÍA Así queda el plástico, procesado y empacado para ser transporta­do a continente por vía aérea.

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