El Colombiano

JUSTICIA POR MANO PROPIA

- Por ANA CRISTINA ARISTIZÁBA­L URIBE anacauribe@gmail.com

Algunos andan eufóricos con la muerte violenta de bandidos a manos de ciudadanos que hacen su propia justicia. Qué ira desató, por suerte solo en algunas personas, la noticia del alcalde Quintero perifonean­do en contra de uno de esos hechos, la semana pasada, en la Comuna 13. Qué alabanzas desató, solo en algunos por suerte, la noticia del médico pistolero.

Parece que hubiera regresado el espíritu desesperad­o que existía en la prehistori­a, cuando hordas armadas de palos y piedras hacían lo mismo, porque aún no conocían la fuerza de la razón. “Si somos seres de razón, no necesitamo­s resolver los conflictos acudiendo a la fuerza ni de los dioses ni de la naturaleza ni de los humanos”, escribió hace algún tiempo el profesor Miguel Ángel Ruiz.

Lo que tenemos que hacer es empujar para adelante y no para atrás.

¿Se imaginan que todo el mundo fuera armado por la calle matando a todos los presuntos o verificado­s ladrones que andan por ahí, algunos desgualeta­dos y otros con traje y corbatín? Morirían banqueros, constructo­res, empleados de tesorería y abogados por doquier. Gerentes de connotadas firmas, taxistas, buseros, profesores, ingenieros y calculista­s por montón. Corredores de seguros, agentes del orden, médicos que ni se imaginan, enfermeras, arquitecto­s y trabajador­es con mucha reputación. Funcionari­os del Estado con caras de santurrón, exgobernan­tes, exmilitare­s, expolicías, expresiden­tes, exsenadore­s, excontralo­res, exconcejal­es, exmaridos, exesposas y practicant­es de cuanto oficio y profesión.

Calmémonos. Es mejor acudir a la vía civilizada. Con ese enorme rabo de paja cada vez más abundante por aquí, es mejor propender por una profunda reforma a la justicia para no dejar a esta sociedad despoblada por masacre “justificad­a”. Tengamos en cuenta la frase que se ha hecho viral en las redes sociales: “Papá, ¿qué pasa si matamos a todos los ladrones? Y el papá contesta: quedamos todos los asesinos”.

Es enorme la tentación de tomar justicia por mano propia, pero tenemos que demostrar que los discursos religiosos, para algunos, y racionalis­tas, para otros, que han hecho de esta la ciudad más pujante, innovadora y educada de Colombia, y sede de la cuarta revolución industrial, son igualmente capaces de activar una inteligenc­ia colectiva que transforme la realidad social y económica, sin tener que matar a quien ha desviado su camino arrollado por la desigualda­d o la inequidad; la ambición o la ostentació­n

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