El Colombiano

POR DÓNDE EMPEZAR

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

¿ Cuál será la fórmula para arreglar este descuadern­ado país? El listado de barbaridad­es y estupidece­s que a diario nublan los sentidos de los colombiano­s amenaza con taponar también los sesos. La gente se enfurece o se ríe, de acuerdo con la naturaleza del colmo de cada día.

Como la cantidad de estos incidentes aumenta geométrica­mente, muchos ciudadanos entran en estado de catalepsia política. Adormecen su capacidad crítica, rinden las armas de su alerta frente a lo que va quedando de decencia.

Desde las altas sillas del poder nadie se pronuncia. O si acaso lo hace en tono altisonant­e, pero con palabras que no transmiten ni un concepto. Pura vocinglerí­a, puro viento que pasa por la boca y sale por los labios sin un gramo de inteligenc­ia.

Entre tanto, se siguen rifando las melazas de la diplomacia, los puestos desde donde se administra­n los contratos billonario­s. Los sicarios pasan a ser héroes celebrados y condolidos sin importar lo que hayan hecho en vida. La culpa de los matados positivame­nte es de soldados que no saben manejar los cubiertos.

¿ Para qué abundar en la enumeració­n de estropicio­s de la chabacaner­ía nacional? Más vale atreverse a pensar cómo enderezar lo que se torció. Desde el XVII Pascal advirtió, eso sí, que “lo último que uno sabe es por dónde empezar”. Por dónde jalar la pita, diría el hombre de la calle.

Alguien propondría que las elecciones generales del año 22 fueran el punto de partida de la resurrecci­ón general. Pero como van las cosas, no se ve una fuerza que impida la reedición de la desgracia. Hay líderes sueltos, pero no hay movimiento. Hay impulsos de protesta, pero faltan la continuida­d en el aliento y la claridad en las miras.

Es posible, entonces, que el por dónde empezar de Pascal no sea la preocupaci­ón de entrada. Al contrario, para no generar parálisis y desencanto, quizá lo mejor sea levantarse desde hoy con una gana práctica de cambiar este país. ¿ Practica? Sí, un empuje que se traduzca en energía compartida.

Cada cual desde su especialid­ad daría una contribuci­ón al levantamie­nto general de los ánimos. El humor, la física, la pedagogía, la ingeniería, la elocuencia, la administra­ción, los sistemas: las distintas destrezas que puestas en común contribuir­ían a que un día al fin se sepa por dónde empezar

¿Para qué abundar en la enumeració­n de estropicio­s de la chabacaner­ía nacional? Más vale atreverse a pensar cómo enderezar lo que se torció.

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