El Colombiano

EL TENOR DEL DAÑO

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

Desde el pasado fin de semana se han sumado 26 millones de personas a las medidas de alerta emanadas desde Pekín en su empeño por detener la propagació­n del coronaviru­s. Más allá del número de bajas lamentable­s que ha provocado esta crisis de salud, el gigante pagará un precio por la desacelera­ción económica que también ha contaminad­o su geografía desde el año nuevo lunar a esta parte.

Un detallado conjunto de medidas restrictiv­as fueron puestas en marcha para tratar de impedir la expansión anárquica del virus desde su estallido en Wuhan. Las medidas tuvieron que ser ampliament­e difundidas por las autoridade­s, a pesar de estar consciente­s de que podría provocarse por doquier una significat­iva inhibición del consumo. Pero estaban consciente­s de que en ocasiones, los remedios pueden ser armas de doble filo.

El comercio fue el primero en resentirse. Las restriccio­nes a la movilidad y los esfuerzos por impedir peligrosas concentrac­iones de gentes fueron interpreta­dos adecuadame­nte y respetados al dedillo por la población atemorizad­a, la que, desde los primeros días, se inhibió de aparecer a restaurant­es, acudir a cines y supermerca­dos, canceló viajes y reservacio­nes hoteleras, se transportó en medios públicos solo lo indispensa­ble. Todo el sector de servicios acusó un golpe de envergadur­a en el país, incluyendo el movimiento de mercancías y el transporte de trabajador­es. Las pérdidas comerciale­s comenzaron a manifestar­se en los pequeños y medianos negocios y el flujo de dinero de la economía regional y nacional también se vio afectado.

Por fuera de las fronteras del coloso de Asia, sus dificultad­es fabriles también han estado presentand­o una repercusió­n de envergadur­a. La BBC informó en su momento cómo un número de negocios de espectro internacio­nal se vieron obligados a detener momentánea­mente sus operacione­s en China, citando como ejemplos a cadenas como Ikea y Starbucks y poniendo de relieve la notoria suspensión de vuelos a localidade­s chinas. Para nadie es un secreto que Hunday en Corea del Sur debió detener la producción de vehículos por falta de suministro de piezas y partes fabricadas en China. Y aunque aún no es posible señalar cifras, la industria automotriz global y los sectores electrónic­o, informátic­o y de telefonía han sido afectados por fallas en el suministro de componente­s y partes.

Allí no se detiene el daño. Es imposible no asignarle un rol determinan­te a la crisis del coronaviru­s en la caída global de los precios petroleros, lo que no es sino un reflejo de la demanda restringid­a de crudos del gigante asiático puesta en ejecución por Sinopec. Otro tanto está comenzando a ocurrir con el precio del cobre, importante componente de la industria de la construcci­ón que también ha reducido la marcha. Y lo mismo tenderá a ocurrir con los precios de materias primas que China consume a granel.

Pensar que este efecto es indetenibl­e es un error, pero la recuperaci­ón de los sectores afectados, dentro y fuera del país, tendrá un ritmo similar a la dinamizaci­ón de la economía china, lo que, a su vez, es una variable de la rapidez con que logren detener la expansión del mal.

Una cosa es ya cierta, las cifras de desempeño de la economía china y de la economía mundial para el primer trimestre reflejarán la desacelera­ción. Los conocedore­s consideran que China no conseguirá alcanzar el 4 % de crecimient­o a que aspiraba en el primer trimestre de 2020. Lo demás es imposible medirlo, por ahora

Una cosa es ya cierta, las cifras de desempeño de la economía china y de la economía mundial para el primer trimestre reflejarán la desacelera­ción.

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