CORONAVIRUS, UNA OPORTUNIDAD
Mi padre tiene 86 años, vive en Italia, en la ciudad de Trento. Junto con mi mamá, quien tiene 77 años, llevan un mes encerrados en la casa, limitando al máximo las salidas. A pesar de la gravedad de la situación en todo el país, están serenos y tranquilos, aceptando la realidad y tratando de vivirla lo mejor posible. Mi papá, por ejemplo, visita museos virtuales, además lee libros y ve películas francesas, que son su pasión. Por teléfono, me contaba que el coronavirus está también despertando un sentido de comunidad y de solidaridad. Por ejemplo, grupos de jóvenes voluntarios se están organizando para llevarles gratuitamente comida a los ancianos que están encerrados en casa. La humanidad saca lo mejor de sí misma en momentos de crisis.
Por esto el coronavirus es quizás también la oportunidad para redescubrir la solidaridad, siendo conscientes de que cada uno de nosotros es miembro de una comunidad, que es global además de local; que el cuidado de uno mismo y de los demás es una expresión de solidaridad, de responsabilidad, de respeto. Es la oportunidad de recordarnos que somos uno. De hecho, una crisis compartida nos iguala porque nos hace experimentar que somos todos parte de una misma realidad, que somos interdependientes. El sociólogo francés Emile
Durkheim caracterizaba esta solidaridad como una solidaridad orgánica. Por la crisis del coronavirus, somos más conscientes de que dependemos de los comportamientos de los otros. Por eso, actuar en solidaridad significa apoyarse mutuamente, porque uno reconoce el destino de uno en el destino del otro. Como evoca un proverbio de Suráfrica, “cada persona es persona a través de otras personas”. Es esta solidaridad la que podemos despertar, reconociendo así en esta crisis del coronavirus también una oportunidad.
Por esto, reducir al mínimo nuestras actividades y encuentros, renunciar a manifestaciones de afecto como abrazos, y besos, o de cortesía, como darse la mano, se convierten hoy en una expresión de solidaridad, además que de responsabilidad y mutuo cuidado. No solo me cuido, sino que también cuido al otro, y cuido también al sistema sanitario, para que pueda enfrentar de manera eficaz a quienes tendrán la necesidad de curarse. Tenemos la oportunidad de vivir de manera más consciente.
Además, viviendo de manera solidaria podemos redescubrir la virtud de la sobriedad, que es la capacidad de valorar lo verdaderamente importante. El secreto de la felicidad y la plenitud no está en sumar, sino en sustraer, gozando de lo que es esencial al liberarse de lo que es superfluo.
Quedarnos más en la casa, limitando nuestros movimientos, nos regala la oportunidad para tener conversaciones en familia para las que nunca tenemos tiempo, para leer los libros que nunca alcanzamos a leer, para descubrir nuevas formas de emplear el tiempo. Es decir, tenemos la oportunidad de tener una nueva relación con el tiempo.
Descubrir en la crisis del coronavirus una oportunidad nos permite vivir estos tiempos con más serenidad, solidaridad y sobriedad. Saldremos de este momento fortalecidos como sociedad, con vínculos renovados y con una conciencia más despierta
Una crisis compartida nos iguala porque nos hace experimentar que somos todos parte de una misma realidad.