El Colombiano

LA REVOLUCIÓN RUSA

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. En la madrugada del 17 de julio de 1918 fueron asesinados el zar de Rusia Nicolás II, su esposa Catalina, sus cuatro hijas, el hijo enfermo, el médico de cabecera y tres personas del servicio. El autor material fue Yá

cov Mijáilovic­h Yuroski, individuo siniestro y de una brutalidad sin límites. Sus cuerpos fueron sepultados, luego desenterra­dos y quemados. Lenin lo premió con su amistad. El revólver con el que mató a Nicolás II fue llevado como un trofeo al Museo de la Revolución de Moscú.

El gobierno ruso informó solo de la muerte de Nicolás II. Durante nueve años mintió diciendo que el resto de la familia estaba a salvo. La prensa mundial poco habló sobre este genocidio.

Un breve repaso de la revolución rusa puede ser así: esta nación fue gobernada por los zares durante varios siglos. A partir del año 1900 se iniciaron varios movimiento­s buscando una mayor participac­ión del pueblo en el manejo del Estado. Las diferentes facciones políticas presionaro­n al zar Nicolás II a que abdicara, así fue; renunció en 1916. Él y su familia fueron confiscado­s y vigilados día y noche hasta ser sacrificad­os.

Vladimir Ilich Uliánof (1870– 1924) comenzó estudios de derecho. Su hermano Alexander fue detenido por terrorista y ejecutado. Lenin debió abandonar su facultad, a la que regresó más tarde. Él fue uno entre muchos de los políticos que lucharon por adueñarse del poder. Hombre reservado, aunque nunca ocultó su odio por el capitalism­o, con fe ciega en su ideal de cambiar el mundo a cualquier precio, sin tener claro cómo lo haría, tal como ocurrió.

Para lograrlo no tuvo ningún reato en utilizar el engaño, la mentira y la calumnia. Tampoco en adquirir recursos de manera ilícita para su partido, el bolcheviqu­e, y menos en patrocinar la violencia. A su lado tuvo otro personaje, Trotsky, brillante de palabra y enemigo acérrimo de Stalin; este último ordenó asesinarlo estando en México.

Su lucha por el poder no fue fácil, al final lo logró. La ironía es que con ello volvió a un régimen más autocrátic­o y violento del que combatió. Organizó la policía Checa con licencia para matar igual que el ejército Rojo. La ley en Rusia era su firma. Propició la lucha entre los campesinos, inclusive con el apoyo de las bayonetas. También dispuso el trabajo obligatori­o que fue manejado con el rigor de la disciplina militar.

Siempre habló a nombre del proletaria­do y su mayor ambición fue que su doctrina comunista se implantara a nivel mundial. Para ello era forzoso hacer la guerra entre los países hasta conseguir este propósito. Por fortuna no lo consiguió, pero sí pudo unir a todos los que sueñan que el comunismo propicia un mundo mejor. Hoy, sus seguidores han demostrado con los hechos, su capacidad para destruir casi todo, incluyendo los bienes de producción que son el medio más eficaz para alcanzar el bienestar de los pueblos.

Stalin selló esta revolución con la sangre de millones de seres

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